La Argentina de Martín del Barco Centenera
Canto vigésimo séptimo: En este canto se trata de la toma y robo del puerto de Santos y San Vicente, y de los insultos y maldades que allí hizo el capitán Tomás Candish, Señor de Mitiley y Capitán General de la Reina de Inglaterra


Si solo viene el mal, decir se suele
bien vengas mal; mas siendo acompañado,
más grave es el segundo, y aún más duele
el golpe cuando viene redoblado.
La carne más machuca, y más la muele,
por hallar el lugar ya maculado;
y al fin duran las penas y cuidados
cuando los males son más frecuentados.


La presa de Candish ya recontada,
que hizo en el navío de la China,
tuviéramos por bien, si de llegada
en su tierra parara; mas camina
de vuelta, con muy gruesa y bella armada.
La línea atravesando, determina
tomar tierra brasílica, y llegando
la costa toda iba demarcando.


Tomó algunos navíos en la costa,
y entre ellos a un Marquina, que ha venido
de Potosí con plata, por la posta,
por gozar de la nata, que ha tenido
aquel trato, aunque a él le entrara en costa,
que mucha mercancía le ha cogido
Candish; con solos negros le dejaba,
con que viviendo rico se juzgaba.


Aquí tomó un piloto que le guía,
Jorge Luis se llama. Como vido
el inglés que piloto ya tenía
a su gusto, y la tierra ha conocido,
y que tomarla bien le convenía,
a su almirante Gallo ha cometido
con el piloto el caso; los dos fueron
a Santos, y en el puerto se metieron.


Paz, paz, entran diciendo con voz alta,
el nombre don Antonio y apellido
invocan, que no hizo alguna falta
a su negocio; luego el afligido
y triste pueblo, viendo cómo falta
la fuerza, a su dicción quedó rendido.
Un mancebo murió, que resistía;
Machado lo causó, bien se decía.


Era juez entonces un Machado,
y dicen que bien pudo, si quisiera,
que del inglés no fuese saqueado
el pueblo, y el mancebo que saliera
con arco y flechas de otros ayudado
bien fuera, si Machado no impidiera,
y en breve mucha gente se juntara,
conque el inglés victoria no cantara.


Mas viéndose el inglés favorecido
con palabras de amor y fingimiento,
después de haber el mozo mal herido
caído muerto, dice muy contento:
«Ninguno quiero sea aquí ofendido,
ni tal me pasara por pensamiento,
que sólo proveernos de comida
pretendemos pasando de corrida».


Con esto aquella gente miserable
en la iglesia se estaba; el adversario
la cerca, ya es el caso irreparable.
Entrando, matar quiere allí al vicario
y a un fraile, caso horrendo y detestable,
que el templo profanando el temerario,
imágenes, reliquias de consuelo,
con irrisión echaba por el suelo.


Prendió los principales, desnudando
a todos cuantos pudo aquella hita,
las casas por el suelo derribando,
las tablas y madera y palos quita.
Y luego, por la tierra caminando,
en San Vicente se entra, dando grita;
asuélalo también en un momento.
En esto entra Candish con gran contento.


Estando en esta isla apoderado,
procura embarcación muy conveniente
hacer, porque tenía buen recado,
y aparejo hallaba entre la gente.
No había el mes tercero bien pasado,
y acaba su bajel cumplidamente;
veinte remos por banda le ha metido,
con que Candish se halla enriquecido.


Aquesta embarcación deja entenderse
el fin con que Candish la fabricaba,
para poder con ella bien meterse
en puerto, que tomar imaginaba
alguna tierra do pueda valerse,
y aquesto su designo le guiaba.
La fama por la costa se extendía,
que para el Argentino la hacía.


Del Río de Jenero ha despachado
a priesa Salvador de Sá Correa,
diciendo cómo a Santos ha tomado
el inglés; que la cosa se provea
allá en el Argentino con cuidado,
que va nuestro enemigo de pelea.
Allega un navichuelo y da el aviso,
y vuélvese a Jenero de improviso.


Veréis en Buenos Aires discernirse
el caso con diversos pareceres,
procura cada cual escabullirse
llevándose consigo sus haberes.
Al fin han procurado convenirse
en que salgan los viejos y mujeres
y frailes y muchachos del poblado,
y que a la mira quede allí el soldado.


La mísera hacienda recogida
a priesa, de tropel y sin concierto,
en carros y carretas fue metida,
que huir, todos dicen, es lo cierto.
La tierra adentro salen de corrida,
dejando los soldados en el puerto;
en centinela están de noche y día,
y cada cual igual temor tenía.


Llegué yo a esta sazón en mi navío
de allá de la Asumpción con poca gente;
el pueblo se holgó y tomó brío,
y a sus casas volvieron de repente.
Candish con su pujanza y poderío
de Santos sale un día alegremente,
y acá en el Argentino hacen vela,
que mucho su venida se recela.


Mas él parte de Santos recta vía,
el magallán Estrecho demandando,
y tanto el Sur le sigue y combatía,
que vuelve popa vía ya arribando.
El almiranta el árbol da y rendía
en frente el Argentino, procurando
las fuerzas contrastar del fuerte viento,
mas él no le ha dejado con su intento.


A mí los naturales, preguntados
sobre esto, muchas veces me dijeron
que vieron dos navíos anegados,
y en un punto de vista los perdieron;
con lenguas fueron bien examinados
los indios que esto a mí me refirieron,
y dicen que escapó sólo una nave,
que vuela por los aires como un ave.


Ésta fue de Davis, muy entendido,
que a vuelta del Estrecho se ha quedado
con tres naves; las dos se han sumergido,
que cosa alguna dellas no ha escapado.
De su saber Davis bien se ha valido,
y del temor las fuerzas ha sacado,
escapa con la maña más que pudo
de aquel contrario tiempo, fuerte y crudo.


Aquel barco que dije de Jenero
aviso había traído al Argentino,
tornar ha procurado de ligero,
queriendo aprovecharse en el camino,
que es grande la codicia del dinero
y al hombre fuerza haga desatino.
Salió del Río Jenero, mas la hada
a priesa corta el hilo a su husada.


En él iban algunos pasajeros
que llevaban su pobre mercancía:
don Pedro y don Francisco, caballero
de Estepa, que es lugar de Andalucía.
Piloto, con maestre y marineros,
mas no como en tal caso convenía,
en tomar se engañaron el altura,
principio cierto de su desventura.


Comienzan a virar, pues, engañados,
pensando que embocaban por el río,
mas iban muchas leguas apartados
vencidos de su loco desvarío.
En costa y tierra dieron derrumbados,
a la fuerza entregados del gentío.
Una ola a don Pedro le ha volado,
y el mar profundo y bravo le ha tragado.


Los demás pasajeros han salido
a tierra su miseria lamentando.
La gente indiana, luego como vido
que se iba este negocio aderezando
en su pro, al encuentro han acudido,
y en breve a los cristianos se acercando
comienzan a prenderlos, y mataban
a los que defenderse procuraban.


Charrúas es la gente que aquí habita,
que ha hecho grande estrago en los cristianos.
Es gente muy cruel y muy maldita,
también ha hecho presa en luteranos.
Ésta de estos Charrúas otra mita
de indios de este nombre, más cercanos,
en Buenos Aires tratan y contratan,
y allá nos llevan cosas que rescatan.


Aquéstos nos dijeron que tenían
los otros tres cristianos por cautivos,
y que ellos del rescate tratarían
de aquellos que hallasen estar vivos,
y que luego a nosotros los traerían.
Nosotros, en aquesto compasivos,
de cosas les henchimos bien las manos,
deseando librar nuestros hermanos.


El cobertor quité yo de mi cama,
porque un cacique bien se ha aficionado.
Echamos por el pueblo una derrama,
y en breve gran rescate se ha juntado.
Entre los indios corre bien la fama,
que el rescate es muy rico y muy preciado,
los cautivos trajeron a gran priesa
por gozar del rescate y la promesa.


¿A quién no ha de causar esto mancilla,
si tiene de cristiano sentimiento,
que no quedó de toda la cuadrilla
alguno más que tres; pues el tormento
que pasan, y la pena, quién decilla
podrá? Que a mí en pensarla ya el aliento
me falta y la pluma desflaquece,
y mi lengua turbada se entorpece.


Trajéronnos los tres en carnes puras,
el uno sacerdote y dos soldados;
a todos se les dieron vestiduras
y fueron lo posible reparados.
Contáronnos sus tristes desventuras,
juzgándose por hombres bien librados
en haber escapado con la vida,
habiéndola tenido por perdida.


En qué trabajos mete la codicia
y el procurar ganar la plata y oro,
y más cuando fortuna le es propicia.
Aquel que va juntando gran tesoro
no siente el sin ventura la malicia,
los males, sobresaltos, pena y lloro,
que le es fácil lo que es dificultoso
con fin de conseguir su fin gustoso.


Está el Señor de Mitiley en esto
tan triste, que mil vidas cierto diera
por no ver el suceso tan funesto
del armada lucida que él trajera.
Pues vuelve de arribada muy de presto
adonde estuvo ya la vez primera,
pensando rehacerse y no ha podido,
según en lo siguiente es referido.