Juan de Austria (Retrato)
EL SEÑOR D. JUAN DE AUSTRIA.
editarNada quita a las glorias del Señor D. Juan de Austria el que de una muger, cuyo atractivo fue de mas interés que su nombre, y del grande Felipe IV, sobradamente apasionado, viese Madrid el nacimiento de este personage el 7 de Abril de 1629. Crióse en la Villa de Ocaña; pero su natural, su educación y sus progresos literarios de tal modo competían entre sí, que á pesar del dilatado tiempo que tuvo el Pueblo para admirarle, jamás pudo llegar á sospechar quien era, hasta que en Abril de 1642 Felipe IV le declaró solemnemente por su hijo, y le reconoció España por Infante, con la investidura de Gran Prior de Castilla y León en la Orden de S. Juan, y con el alto empleo de Generalísimo del mar. Su gentileza, su elevación de ánimo, y otras mil partes buenas, que iba descubriendo al paso que se robustecía, empeñaban las voluntades aun de los genios mas descontentadizos; asique con gusto de todos y orden del Rey su padre se embarcó en Cádiz el año de 1647 para sujetar á la rebelde Nápoles acaudillada por Tomás Anielo. No es fácil penetrar los trabajos y los peligros en que se introduxo para sosegar un Reyno protegido por la violencia; pero si por los efectos se conocen las causas, basta decir que sujetó á Nápoles, que envió á Madrid preso al Duque de Guisa, pretendiente á la Corona, que conquistó las importantes Plazas de Portolongon y Pomblin, y que el Rey le nombró Consejero de Estado.
Como no era la Italia sola ni la Sicilia el teatro de las glorias del Señor D. Juan, se halló precisado á venir á mandar el Exército de Cataluña en 1651: Exército que si por la desigualdad de sus fuerzas no habia podido competir con el enemigo, por el valor y por la constancia de su General logró desalojarle de Barcelona, de Gerona, de Solsona y del Principado.
Tres años había que gobernaba como Virrey y Capitán General la Cataluña, quando en el año de 1656 le nombró el Rey Gobernador deios Paises Baxos; y haciéndose á la vela inmediatamente, á pesar de la contradicción de los vientos, de los Franceses y de los Moros corsarios, triunfó de aquellos con la ciencia, y de los demás con el valor y con el denuedo. La prudencia, el buen orden, y el acertado gobierno de S. A. en estos Estados, no solólos experimentó Flandes, y señaladamente el socorro de la Plaza de Valencienes, sino que se extendió fuera de los límites de los Paises Baxos, pues dexando el mando por orden del Rey su padre, á su vuelta halló en París el mejor acogimiento y obsequios de los Reyes de Francia y toda la Corte.
Dos años pasó, si se puede decir así, con algún descanso; pero como estaba destinado sin duda para reparar las quiebras de la Monarquía, en el año de 1661 marchó a la recuperacion del Reyno de Portugal, y haciendo reseña de su Exército en Zafra, entró en este Reyno tomó á Arronches, conquistó á Jerumeña, saqueó á Veiros y Crato, rindió á Borbe, Monforte, Cabeza de Vide, Santa Olalla, Ouguela, demolió á Villabuin, ocupo á Alconchel, ganó á Ebora; y si hubiera correspondido el socorro de caudales y tropa al esfuerzo y capacidad del Infante, no hay duda que todo Portugal hubiera vuelto á reconocer vasallage al Monarca de España.
En este estado de felicidades se hallaba el Señor D. Juan, quando por el año de 1665 murió el Rey su padre, y empezando otras nuevas guerras, que fomentaba la parcialidad de muchos que le amaban, se empezó á hablar del gobierno de la menor edad de Cárlos II con cierta libertad licenciosa, que insensiblemente hubiera fermentado por todo el Reyno, á no haber salido de la Corte el Confesor de la Reyna Madre. El Señor D. Juan se vió en la dura precisión de vivir prófugo por Aragón y Cataluña, y quasi preso en la Villa de Consuegra. Pero si estas desgracias fueron efectos de desobediencia, ó de una carta que dirigió á S. M. desde dicha Villa, y de otras muchas que dictó mas la libertad que su zelo, ó de la sobrada confianza del Confesor de la Reyna, no es fácil determinarlo: y por mas esfuerzos que han hecho los Políticos para descubrirlo, aun está suspensa hasta ahora su verdadera decisión: lo cierto es que calmando tan grandes alteraciones, la misma Reyna le nombró Virrey y Vicario General de Aragón; y la Sicilia hubiera vuelto á ver á su libertador contra los Franceses, si la orden de Cárlos II no le hubiera impedido su embarco, y le mandase venir á la Corte el 6 de Noviembre 1675, en que el Rey cumplia los catorce años, salia de la menor edad, y quería dividir el peso de la Corona con el talento y gobierno de su hermano.
Con efecto, el Señor D. Juan obedeció luego; pero su alta comprehension ó su política le obligó á restituirse á Zaragoza al dia siguiente, y dexar al tiempo y á las repetidas instancias del Rey, Reyna, Grandes y otras muchas personas su absoluta residencia en la Corte, como se verificó el 23 de Enero de 1677. Madrid y toda la España llenó sus votos en este dia con tan acertada elección, del Rey, y ojalá el gusto con que se sojuzgaron todos á su acreditado gobierno, hubiera sobrevivido á los deseos; pero quando la Monarquía se complacía mejor en sus dichas, entonces enfermó gravemente S. A, y falleció en el Real Palacio el 17 de Septiembre de 1679 á los cincuenta años de su edad. Yace su cuerpo en el Real Panteón del Escorial, y su corazón por su mandato en la Capilla del Pilar de Zaragoza. Los hechos de este General ó no ha podido ó no ha sabido aun la Historia del todo recogerlos; pero por mas que las circunstancias lo impidan, vivirán siempre con el mérito y el honor que corresponde al generoso D. Juan de Austria.
Tuvo tres hijas, que fuéron Margarita de Austria, Religiosa en las Descalzas Reales de Madrid; Ana María, que profesó en las Agustinas de Madrigal; y Catalina, Religiosa en Bruselas.