Fray Luis de Granada (Retrato)

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


FRAY LUIS DE GRANADA. editar


Uno de los mayores beneficios que recibió España de la mano de Dios nuestro Señor en el siglo XVI, fue el haberla dado en la persona del Venerable P. Fr. Luis de Granada un Maestro doctísimo de la vida chiristiana. Nació este Siervo de Dios en la Ciudad de Granada el año de 1504. Su cuna fue pobre; pero su sangre muy limpia de toda mala raza. Cinco años despues murió su padre; y la Providencia divina, que tenía destinado aquel tierno niño para instrumento de sus altos designios, dispuso que el Conde de Tendilla se aficionase á él, y le proporcionase el estudio de las primeras letras y de la Gramática Latina. Con esta instrucción tomo el hábito del Orden de Predicadores en el Convento de Santa Cruz de Granada el año de 1524, y en el siguiente hizo la solemne profesión. Allí mismo estudió la Filosofia, y en el Colegio de Valladolid la Teologia. Desde que dió principio á sus estudios, distribuyó las horas de manera, que empleaba muchas del día y de la noche en el santo exercicio de la oración. Salió del Colegio para enseñar Filosofía y Teología en los Conventos principales de su Provincia de Andalucia: y con este encargo creció tanto su aplicación, que estudiaba y oraba incesantemente, contentándose con un ligero reposo para conservar las fuerzas naturales. Puso gra cuidado en aprender el arte de hablar bien: á cuyo efecto leía con atención los mejores Oradores, y especialmente a Cicerón. No dexaba de la mano los libros de la sagrada Escritura. Hizo un gran estudio en las obrasde los Santos Padres Griegos y Latinos, y con especialidad en las de S. Juan Chrisóstomo. En estas fuentes bebia la verdadera sabiduria: con estas aguas saludables regaba los muchos talentos que Dios le habia dado, y con ellas los aumentó y multiplicó de modo, que llegó a ser la admiración de todo el orbe.

F. LUIS DE GRANADA
Del Orden de Predicadores, Maestro de la Elocuencia sagrada, y de la vida christiana. Nació en Granada el año 1504, y murió en Lisboa en el de 1588.

Quando el P. Fr. Luis hubo atesorado todos los conocimientos necesarios para poder instruir, persuadir y convencer á los hombres con un lenguage digno de la doctrina evangélica; quando con el exercicio continuo de la oración, y con el uso y práctica de todas las virtudes, se halló bien penetrado de un ardiente de la honra y gloria de Dios, y de la salud eterna del próximo, entonces empezó á predicar la palabra divina, sin otro fin particular que el de hacer á los hombres de Dios. Bendixo el Cielo sus buenas intenciones, y fuéron admirables los frutos de sus tareas apostólicas. Ellos fuéron causa de que España quedase privada de la presencia de tan insigne varon. Diósele la comisión de fundar un Convento de su Orden en Badajoz. Desempeñó perfectamente el encargo, y en correspondencia del agrado y de los auxilios que experimentó en aquellos Ciudadanos, ademas de haberse empleado en beneficio de toda aquella comarca predicando y confesando con mucho fruto, escribió en aquella Ciudad el admirable tratado que intituló Guía de pecadores. Penetráron muy presto sus créditos al Reyno de Portugal, y el Infante Cardenal D. Enrique, que á la sazon se hallaba de Arzobispo en Evora, consiguió que los Prelados de su Orden le prohijasen en el Convento de aquella Ciudad, para tenerle cerca de sí, y disfrutar de sus buenos consejos: con lo qual dexó de pertenecer á la Provincia de Andalucía, y quedó la de Portugal enriquecida con este hijo adoptivo.

Prendados los Religiosos Portugueses de las virtudes del P. Fr. Luis, le eligieron por Superior de aquella Provincia el año de 1557. Trató á sus súbditos con suma prudencia y discreción, sin hacer entre ellos otra diferencia, que la que pedia el mérito de cada uno. Concluido el tiempo de su Provincialato, se vió precisado á residir en Lisboa. Es imponderable lo mucho que trabajó en aquella Corte. La Reyna Doña Catalina hallaba descanso en sus consejos. El Infante D. Enrique jamas se resolvió á practicar cosa de alguna entidad sin consultar antes al P. Fr. Luis. Los Magnates le buscaban freqüentemente ya para director, ya para medianero en asuntos de la mayor importancia. Todo el pueblo recurría á disfrutar los efectos de su encendida caridad. Todos le hallaban, á todos oía con agrado, y á todos consolaba. En medio de tantas y tan graves ocupaciones nunca lo faltaba tiempo para escribir, y menos para orar. Dictaba por espacio de algunas horas á un amanuense, y después tomaba la pluma, y escribía otras materias diferentes.

Deseó mucho la Reyna Doña Catalina tenerle de Obispo en su Reyno; mas no lo pudo conseguir de su humildad: pues renunció con la mayor reverencia el Obispado de Viseu y el Arzobispado de Braga. Quanto mas se abatía este buen siervo de Dios, tanto mas le honraban, y aun le veneraban los Príncipes de la tierra. Los Señores Reyes D. Enrique de Portugal y D. Felipe II de España tuvieron la dignación de honrarle visitándole en su pobre celda. Ni estos honores tan extraordinarios con que le distinguían los Monarcas, ni el gran crédito y autoridad que tenia en aquella Corte, le ocasionaron el mas ligero engreimiento. Con ser Predicador y Confesor de los Reyes, y con lograr tan distinguido lugar en el Real ánimo de aquellos Soberanos, jamas pisó las losas de palacio sin ser llamado: y en este caso nunca salió del Convento sin licencia de su Prelado.

Publicada por toda la Europa la solidez de su virtud, y la sabiduría celestial que resplandece en sus escritos, es increíble el amor y los aplausos que debió á todos los sabios y á todos los Santos de su tiempo, que por fortuna fuéron muchos. A instancias de S. Cárlos Borromeo le escribió el Papa Gregorio XIII una carta muy expresiva y honorífica elogiando sus escritos, y exortándole á continuar otros que tenia principiados. Sus obras andan en manos de todos con estimación y aprovechamiento de quantos las leen con atención. Diferentes Prelados Eclesiásticos han concedido muchos dias de indulgencia á los que leyeren algún capítulo ó parágrafo de sus escritos. Quien deseare una noticia individual de todos ellos, la hallará en la Biblioteca de D. Nicolás Antonio; en la vida de este Venerable escrita doctamente por el Licenciado Luis Muñoz, Ministro del Consejo de Hacienda; y en la obra intitulada Scriptores Ordinis Praedicatorum, escrita por los PP. Quetif y Echard. Murió en el Convento de Santo Domingo de Lisboa el dia 31 de Diciembre de 1588.


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