Juan Bautista Perez (Retrato)

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


DON JUAN BAUTISTA PEREZ.

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Don Juan Bautista Pérez, Obispo de Segorve, nació en Valencia el año de 1537 según conjeturas. Sus padres Antonio Perez y Catalina Rubert, eran tan pobres, que inclinado el hijo al estudio tuvo que seguirle con trabajo, y que valerse de algunos apasionados á su mérito, para suplir los gastos de los grados mayores de Filosofía y Teología que recibió en la Universidad de la misma Ciudad. Cimentado su estudio en estas dos facultades, se dedicó con tanto esmero al de los Concilios, particularmente de España, y al de las lenguas Hebrea, Griega y Arábiga, que logró llamar la atención de los sabios de su tiempo.

D. JUAN BAUTISTA PEREZ.
Obispo de Segorve, Célebre anticuario; Canonista y Teólogo. Nació en Valencia hacia el año de 1537, y murió en Segorve el de 1597.

Noticioso de la reputación de Perez D. Martin Pérez de Ayala, Arzobispo que era de Valencia, y lastimado de su escasa fortuna, le llevó á su compañía, y le ofreció facilitarle el Sacerdocio á que aspiraba con ansia. Esta acogida aseguraba á Pérez una colocación honrosa; pero destinado por la Providencia á sufrir mas tiempo las molestias que trae consigo la pobreza, apénas había comenzado á disfrutar de las dulzuras de su nueva vida, quando una violenta enfermedad arrebató la de su amo, y volvió á quedar en su primer desamparo. Afligió á Pérez en extremo este golpe; y para no abandonarse á sus resultas, determinó pasar á la Corte, en donde se lisonjeaba hallar alguna protección á la sombra de varios amigos, que le inducían á este viage. Fue en efecto á Madrid á fin del año de 1566, en el mismo en que habia muerto su amo; y no encontrando todo el apoyo en que habia consentido, se vió precisado á encargarse de la educación de los hijos de un Protonotario del Consejo Supremo de Aragón. Este partido, que la necesidad hizo abrazar á Pérez, le dió á conocer de Don Gaspar de Quiroga, Obispo de Cuenca, que á la sazón se hallaba en la Corte. Enamoróse este Prelado de Pérez, y franqueándole su casa, que aceptó gustoso, reparó con ventajas la pérdida de su primer amo.

Ninguna mansión podía ser mas grata á Pérez. Aquí fue donde empeñado en apurar muchas verdades de la Historia Eclesiástica de España, que el poco trabajo y mala crítica de algunos escritores, quando no su malicia, habían confundido ó alterado, emprendió la difícil obra de registrar por sí mismo los originales mas auténticos, y fixar los hechos importantes que resultaban sin contradicción. El examen en que ya se había empleado de los falsos Cronicones de Máximo y Dextro sobre los descubrimientos del monte Ilipulitano, y las patrañas é imposturas que había encontrado en ellos, le provocaron á este trabajo ímprobo, pero exento de toda desconfianza.

Aunque la aplicación de Pérez no necesitaba de estímulo, le halló grande en la Colección de varios Concilios nacionales, que por medio del Cardenal Vastavillano habia encargado el Papa Gregorio XIII á su amo, y este fió a su cuidado y laboriosidad. Esta obra, que remitió Quiroga en dos Códigos a su Santidad, el uno en el año de 1575, y en el de 1576 el otro, es un testimonio decisivo de la erudicion de Pérez y de su empeño en indagar la verdad a toda costa. No solo contenia la Colección que su amo le habia mandado formar para cumplir con el encargo del Papa, había agregado á ella Pérez dos preciosas Cronologías, una de todos los Concilios celebrados en España hasta su fatal pérdida, arreglada á los quatro Códigos originales en que se hallaban insertos, y otra de los Reyes Godos, sacada de los mismos Concilios, del libro de los Godos de S. Isidoro, y de la Crónica del Obispo de Vulsa.

No podía mirar con indiferencia Quiroga un trabajo que Pérez habia desempeñado á satisfacción suya; y justo en no defraudar de su mérito al autor, le recomendó con eficacia al Papa en concepto de tal. Correspondieron superabundantemente los efectos de esta recomendación á las generosas intenciones del Obispo: prendado el Papa del trabajo de Pérez, le premió en él, presentándole dos pingües Beneficios en Castilla, y en su amo, dándole el Capelo, y trasladándole á la Silla de Toledo.

Establecido Pérez en Toledo con su amo, y condecorado por este con una Canongía de aquella Iglesia, de que tomó posesion en 22 de Abril de 1581, continuó con afán en sus tareas literarias: anotó la Historia general de España, el libro de los Varones ilustres de S. Isidoro y algunas obras de S. Ildefonso. Trabajó con tanto acierto en estas materias, que el erudito P. Juan Mariana halló en sus investigaciones vencidas muchas dificultades para escribir su Historia. Lo mismo les sucedió á aquellos dos varones eminentes de su tiempo D. Antonio Agustín, y Benedicto Arias Montano: ámbos le consultaban en sus dudas, y ámbos deferían á su dictamen, maravillados de la claridad y solidez de sus respuestas.

Con estas fatigas importantes, en que se exercitaba Pérez, tomó su reputación un vuelo tan extraordinario, que creyéndose por la Corte de España poco premiado su mérito, obtuvo de la de Roma, para recompensarle, el Obispado de Segorve en Noviembre de 1591. No acomodó mucho á Pérez esta dignidad; pero la admitió por fin, precisado de consideraciones á que no pudo menos de ceder. La caridad, la mortificacion y la rigurosa observancia de la disciplina fueron su carácter; y al paso que atendía á estas obligaciones esenciales de su oficio, velaba como buen Pastor sobre las demás á que le llamaba continuamente el cuidado de su rebaño.

Ni en este estado abandonó el estudio: el Catálogo de los Obispos de su Iglesia, que ordenó por este tiempo, el Árbol de la casa de los Borjas, que rectificó y concluyó en él, y otras obras de que hace mención el Ilmo. Pérez Bayer en sus M.SS., justifican que laborioso desde su niñez, no dexó de serlo hasta, su muerte, que se verificó en el año de 1597. Murió con la misma edificación que había vivido, y tuvo el consuelo de que le asistiese en su ultima hora, y recomendase su alma aquel santo Prelado, y Arzobispo de Valencia, el Beato D. Juan de Ribera.