Historia Verdadera del México Profundo/17
17. LA INDEPENDENCIA.
Durante los tres siglos de Colonia, la injusticia y la desigualdad en el estricto sistema de castas, hacía inferiores en oportunidades y derechos a los criollos (hijos de españoles nacidos en México). Esto trajo como consecuencia que en el siglo XVIII, naciera un sentimiento de sublevación de los españoles criollos en contra de los españoles peninsulares. Los primeros, por el sólo hecho de haber nacido en estas tierras no tenían derecho a ocupar los más altos cargos entre las autoridades civiles, militares y religiosas; el poder, el comercio y la riqueza estaban celosamente restringidos en manos de españoles peninsulares.
“Los primeros criollos, por el hecho de que su posición y su prestigio se basara en las hazañas de sus padres, estaban orgullosos de su ascendencia hispánica: su situación social y económica descansaba en el prestigio de ser españoles y descendientes de conquistadores. Este sustento original entró en crisis cuando la Corona atacó el fundamento de su posición económica y social (las encomiendas), e instaló en el virreinato una burocracia de funcionarios españoles que los excluyó de los puestos directivos. A fines del siglo XVI, el resentimiento criollo ocasionado por el continuo deterioro de su posición social se expresó en una animosidad acerba contra los gachupines, los españoles que venían a hacer la América, permanecían unos cuantos años en ella y regresaban a España enriquecidos. A esta frustración política se sumó un problema de identidad.” (Enrique Florescano. 1987)
A lo largo de los trescientos años de Colonia estas “injusticias”, y no las cometidas en contra de los indígenas, negros y mestizos, iniciaron el movimiento independentista. Un puñado de criollos deseosos de participar plenamente en la explotación de las riquezas coloniales, se puso a conspirar en contra del gobierno virreinal. A España, en esos momentos Napoleón Bonaparte la había invadido y tenía presos en Francia a Carlos IV, al heredero Frenando VII y a la familia real. Gobernaba “Pepe Botella”,[1] el hermano alcohólico de Napoleón y en teoría, las riquezas que producían las colonias americanas de España, debían llegar a las arcas napoleónicas. Pero los ingleses, los eternos enemigos de Napoleón, lo impedían gracias a su poderosa flota naval, que en 1805 al mando del Almirante Nelson, había vencido a las armadas de España y Francia, en la famosa Batalla de Trafalgar, por lo que hacía muy difícil el contacto entre Europa y América. Los ingleses no dejarían pasar la riqueza colonial, porque sabían que sería usada para invadir a la propia Inglaterra.
“En 1808, España fue invadida por los ejércitos de Napoleón y el rey Carlos IV y el heredero Fernando VII cayeron prisioneros de los franceses. Por primera vez los habitantes de los reinos de España y de las Indias contemplaron azorados la desaparición del vínculo real que los unificaba. En Nueva España, las autoridades del virreinato declararon que la prisión de los monarcas no cambiaba en nada “las potestades establecidas legítimamente y deben todas continuar como hasta aquí”. Pero los criollos afirmaron que había una situación política nueva, y señalaron que esta situación obligaba a plantear el problema de en quién residía la soberanía y de quién la debería asumir en las circunstancias del momento.” (Enrique Florescano. 1987)
Mientras los reyes se encontraban presos por los franceses, las autoridades españolas peninsulares hacían omnipotente su poder en América, lo que aceleró el movimiento insurgente de los criollos, además de la corriente liberal que se gestaba entre un sector importante de España. De esta manera empezaron a brotar pequeños conatos insurgentes, encabezados por los criollos, pero todos eran rápidamente sofocados; en parte porque no tenían respaldo popular y en parte, porque tres siglos después, los españoles ya contaban con un verdadero ejército organizado, disciplinado y armado, quien sofocaba de inmediato las pequeñas sublevaciones criollas que carecían de sustento popular.
“Pero ahora cada vez son más numerosos (los criollos) los que creen que las vías de reforma están cerradas, y que precisa acudir a medios violentos. Los principios son los mismos manejados por el partido criollo en 1808. Al año siguiente se encausa a Julián de Castillejos, oficial criollo, por haber hecho un llamado al virrey Garibay para formar una junta a nombre de Fernando VII, fundándose en que “en las actuales circunstancias la soberanía reside en los pueblos”. En septiembre del mismo año se descubre la conjura de Valladolid, encabezada por el capitán José María García Obeso y don José Mariano Michelena, en la que figuran varios oficiales criollos y miembros del bajo clero. Su plan consistía en juntar un congreso formado por vocales de las villas, que guardara en depósito la soberanía real.” (Luis Villoro. 1976)
Fue cuando los conspiradores criollos del Bajío, decidieron invitar a un cura, para que él a su vez, promoviera la rebelión entre los indígenas. Descubierta la conspiración y próximos a ser detenidos es cuando da el Grito de Dolores, el cura Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga (1753-1811). Es importante señalar que al final de la proclama, Miguel Hidalgo echa vítores a los reyes de España. Los criollos independentistas se mantenían ideológicamente cercanos a Fernando VII, preso por Napoleón en Francia.
“El otro dirigente de la rebelión, Allende, no puede seguir fácilmente el sesgo popular que la revolución ha tomado. Sus desavenencias con Hidalgo se explican, más que por conflictos personales, por su situación social ambigua. Allende no entiende ni aprueba las condescendencias de Hidalgo con la plebe. Desde el comienzo se esfuerza en transformar la rebelión en un levantamiento ordenado, dirigido por oficiales criollos; pero su molestia llega al límite cuando el cura empieza a dejar caer en el olvido la figura de Fernando VII. La actitud de Allende es el primer signo de las vacilaciones de muchos criollos ante una revolución que tiende a rebasarlos”. (Luis Villoro. 1976) La propuesta consistía en que los criollos pretendían liberarse del yugo peninsular, independizándose temporalmente de España, por lo cual la Francia napoleónica, supuestamente no tendría derechos sobre la Nueva España. Para que cuando Fernando VII, lograra su libertad y reinara nuevamente en España, los criollos se reincorporarían a la corona española. Desde luego con otra correlación de poder con los peninsulares. Esta fue la verdadera intención de los criollos al inicio del movimiento insurgente y no el de darles la libertad y la independencia, a los indígenas y a los negros.
Una prueba de lo anterior es que cuando Hidalgo, al frente, no de un ejército, sino al frente de una turba de indígenas enardecidos[2] y violentados por trescientos años de explotación e injusticia, se lanzan por todo el Bajío a destruir pueblos y asesinar a peninsulares, llegan a enfrentarse a las puertas de la ciudad de México, en la famosa Batalla del Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810; en donde supuestamente la versión “oficial de la historia”, Hidalgo no se da cuenta que venció al poderoso ejército virreinal al mando del teniente coronel realista, Torcuato Trujillo y da la orden de retirarse, en vez de entrar y tomar la capital de la Nueva España. Lo más probable es que Hidalgo sabía lo que estaba haciendo, supo que ganó la batalla, pero decidió no tomar la ciudad por la matanza que harían los indígenas incontrolables (no eran un ejército) de españoles indefensos. Miguel Hidalgo y Costilla se retira y será perseguido por un nuevo ejército virreinal hasta su captura. Muere fusilado el 30 de julio en Chihuahua.
En este proceso aparece José María Morelos y Pavón (1765-1815). Su propuesta es diferente a la de Hidalgo, él sí pretende una verdadera independencia de España y la creación de una nación independiente,[3] como las que estaban surgiendo en Europa y los ya constituidos Estados Unidos de América. Pero debemos recordar que Morelos era mestizo, después de sostener la guerra insurgente corre la misma suerte de Hidalgo. El 5 de noviembre de 1815 fue derrotado decisivamente en Temazcala, en donde fue aprehendido. Fue llevado a México, en donde lo degradaron públicamente de sus investiduras sacerdotales y lo sentenciaron a la pena de muerte. El 22 de diciembre fue conducido a San Cristóbal, Ecatepec, en donde fue fusilado.
Toma la llama de la causa insurgente Vicente Guerrero Saldaña (1782-1831), en lo que hoy forma el estado de Guerrero, manteniendo una escuálida presencia insurgente. Guerrero sin armamento, soldados adiestrados, con poco apoyo económico y después de 11 penosos años de insurrección, decide negociar con Agustín de Iturbide Arámburu (1783-1824), quien a la sazón, ha sido puesto por el virrey Juan Ruiz de Apodaca (1754-1835) al frente de un numeroso ejército, que terminará definitivamente la menguada insurgencia en el Sur. Los españoles peninsulares viendo que en España los liberales estaban peligrosamente ganado terreno en el poder y para poner distancia de un gobierno liberal en España, deciden sumarse a la independencia, proponiendo que la nación siguiera siendo católica, que la gobernara una monarquía “moderada”, encabezada por Fernando VII o uno de sus hijos y que se declarara a los criollos y peninsulares con igualdad de derechos. De esta manera Vicente Guerrero a través del “Abrazo de Acatempan”, acuerda unirse a Agustín de Iturbide y con los dos ejércitos, regresar a la ciudad de México y consumar la independencia. Como se ve, se puede hacer un seguimiento de la guerra de independencia a través de las castas. Los criollos fueron Hidalgo e Iturbide, y los mestizos Morelos y Guerrero.
La guerra de independencia surgió como una pugna por el poder económico y político entre españoles criollos y españoles peninsulares. La masa indígena fue usada como carne de cañón y fueron los mestizos, quienes le dieron un verdadero sentido independiente a la insurrección. Finalmente, fue un criollo el que traicionó a los peninsulares y a los mismos criollos, al nombrarse emperador. Los indígenas sólo sirvieron como chusma armada, tanto de unos, como de otros.
- ↑ José I Bonaparte (Corte, 7 de enero de 1768 – Florencia, 28 de julio de 1844) fue un político, diplomático y abogado francés, hermano mayor de Napoleón Bonaparte, diputado por Córcega en el Consejo de los Quinientos (1797-1799) y secretario del mismo, y nuevamente en el Cuerpo Legislativo (1799-1800), ministro plenipotenciario y miembro del Consejo de Estado (1800-1804), Príncipe y Gran Elector del Primer Imperio Francés (1804-1806), rey de Nápoles entre el 30 de marzo de 1806 y el 5 de julio de 1808 y rey de la España ocupada por los franceses entre el 6 de junio de 1808 y el 11 de diciembre de 1813, teniente general del Imperio francés (1814).
- ↑ Los insurgentes eran más de 80 mil hombres, de los cuales sólo unos 2 mil eran soldados con regular preparación y armamento, el resto seguían con fe al cura de Dolores armados únicamente con su valor. Las fuerzas realistas se componían de 2 mil infantes, 400 efectivos de caballería y dos piezas de artillería
- ↑ El 13 de septiembre de 1813, reunió el primer Congreso en Chilpancingo, en donde se redactó la famosa Acta de Independencia, en la cual fue proclamada la República Mexicana.