Historia Verdadera del México Profundo/18

​Historia Verdadera del México Profundo​ de Guillermo Marín Ruiz
El siglo XIX

18. EL SIGLO XIX.

La supuesta independencia no trajo cambios sustanciales para los mexicanos indígenas y mestizos y sí, para los criollos. Durante el siglo XIX, no se canceló el sistema colonial de explotación, tanto de los indios, como los campesinos mestizos, siguieron sometidos por un feroz sistema colonial de explotación. La independencia sólo fue política de España, más no económica y social. Ahora Francia, Inglaterra y Alemania, penetrarán económica, política, social y culturalmente a la nueva nación mexicana y los criollos, que encabezan esta europeización del país, tendrán la vocación de modernizar y civilizar a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. En la Conquista los indios fueron tratados como animales demoníacos, en la Colonia como vencidos, en el siglo de las luces como primitivos y un verdadero lastre, para la deseada europeización de México que aspiraban los criollos.

“Al asumir su independencia, México era el más extenso de los países hispanoamericanos, y en 1822 se amplió aún más al incorporársele las provincias centroamericanas que medían casi medio millón de kilómetros cuadrados. Con todo, los males geopolíticos eran mayúsculos: aislamiento internacional, líos en las fronteras, separatismo de regiones y deterioro de caminos. Desde la revolución de independencia se paralizó el tráfico naviero con el remoto Oriente, América del Sur y Europa. El Tratado Onis-Adams de 1819 no fijó suficientemente bien el lindero con Estados Unidos. Tampoco eran precisas las demarcaciones del sur y, sobre todo, la línea fronteriza con la colonia inglesa de Belice. La mata de gente no creció durante las guerras de independencia. Dentro de un territorio de 4 665 000 Km2 vivían en 1822 siete millones de habitantes. La guerra contra España había costado seiscientas mil vidas, la décima parte del total; equivale decir, la mitad de la población trabajadora. Aparte de escasa, la población, como en los días coloniales, se apretujaba en el centro; nadie quería ir a la vasta zona del norte que sin gente era un peligro, una invitación al despojo, una arca abierta.
En el orden económico la cosa era peor. La producción minera se redujo en once años de lucha a 6 millones de pesos en vez de los 30 a que llegó en 1810. El valor de la producción agrícola se contrajo a la

mitad y el de la industria a un tercio. En 1822 los ingresos del erario

fueron de nueve millones y medio de pesos, y los gastos de trece y medio. Y como si un déficit anual de cuatro millones no fuera poco, el naciente país recibió en herencia una deuda pública de 76 millones. La baja de los ingresos estatales no fue puramente pasajera; se debió en gran medida a la abolición de un impuesto injusto: el tributo per cápita de los indios [5 millones de indígenas y un millón de españoles, criollos, mestizos y negros. N .A.]. Tampoco el alza del gasto público podía ser transitorio: había que sostener un ejército numeroso y fuerte para conservar la independencia. La hacienda estaba condenada a un estado de bancarrota crónico y a caer en las garras de los agiotistas, como así sucedió.

En el orden social había mucho que hacer. La declaración de la igualdad jurídica de todos los mexicanos deja a los indios, acostumbrados a un régimen de tutela, indefensos ante los criollos. La igualdad de derechos agudiza la desigualdad de fortunas. Los 3,749 latifundios crecen a costa de los terrenos de las comunidades indígenas. También era de esperarse, con sólo la legislación igualitaria, un empeoramiento de las condiciones laborales del peón y del artesano. Por otra parte, la discordia civil favorece la mezcla de razas y la consolidación de una clase media. A partir de 1821 será ésta la que le dispute el poder a la aristocracia terrateniente. Al otro día de lograda la independencia salieron a flote las dificultades políticas: inexperiencia de los criollos en la administración pública; inclinación de los caudillos menores a convertirse en reyezuelos de las zonas donde habían luchado; deseos de los caudillos mayores de ser reyes o presidentes del nuevo país; guerra de partidos (falta completa de entendimiento entre monarquistas y republicanos, militares y civiles, clérigos y burócratas); desinterés político de la gran masa de la población; vehemencia política aguda de la minoría y en especial de la la clase media.” (Luis González. 1973)

En el período del llamado México Independiente , todos los criollos estaban de acuerdo que el modelo civilizatorio tenía que ser como el que los pueblos más avanzados de Europa estaban realizando y como los vecinos del Norte habían constituido. Después de Iturbide, José Antonio López de Santa Anna[1] (1794-1876) se encumbra en el poder por largo tiempo en sucesivos gobiernos y luchas fratricidas, en busca de crear una “nación moderna”. En efecto, en Europa en esos momentos se estaban transformando los viejos imperios y reinos, en las nacientes y modernas naciones-estado. Éste concepto de organización humana es relativamente muy nuevo[2] en la historia de la humanidad, y tiene que ver mucho con la revolución industrial, el macro comercio, la tecnología, el poderío militar y las comunicaciones. Fueron los dueños del dinero los que impulsaron, primero en Europa, y después en todo el mundo, el derrocamiento de todas las antiguas formas de gobierno y en su lugar, instauraron los “países y las democracias”. Una nueva forma de gobernar en el mundo, donde los que poseen el poder económico, pueden gobernar a nombre de la sociedad a través de los políticos y los partidos, sin exponerse públicamente.

Sin embargo, los criollos se dividieron en dos bandos a lo largo de casi todo el siglo XIX; si unos eran masones escoceses, los otros eran masones yorkinos; si unos eran federalistas, los otros centralistas; si unos pretendían modernizar el país con un dirigente europeo, los otros pretendían hacerlo con un nacional, si unos trataban de copiar a Europa, los otros a Estados Unidos. En medio de estas pugnas internas de los criollos, la nación fue invadida por los estadounidenses y los franceses, perdiendo más de la mitad del territorio que se había heredado de la Colonia española. Y sólo fue, que hasta la mitad del siglo XIX el proyecto civilizador europeo, ahora francés, se lograba consolidar gracias a un indígena y un mestizo: Benito Juárez García

(1806 1872) y Porfirio Díaz Mori (1830 1915), los dos oaxaqueños.

“México ingresa a la vida independiente con una población de poco más de seis millones, de los cuales el 60% eran calificados como indios y sólo un millón de criollos y peninsulares.
Fue la minoría criolla la que tomó en sus manos las riendas del gobierno y pretendió definir un proyecto de país.
Para los criollos, la nación estaba inicialmente constituida sólo por ellos mismos, es decir, por la sexta parte de la población total. La inmensa mayoría no era parte de la nación: era, simplemente, un problema, su mayor problema.”
(Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

En el siglo XIX, no se desmantelaron las estructuras coloniales de explotación, sólo se adaptaron a las nuevas circunstancias y en esta estructura, la civilización anahuaca tampoco tuvo un espacio. Las ideas de -igualdad, fraternidad y libertad-, eran sólo patrimonio de los criollos y nunca se pensó en extenderlas a los mestizos, indígenas y negros, y mucho menos permitir que ellos propusieran cambios. Los indígenas y los campesinos, fueron los que nuevamente se sacrificaron para modernizar la estructura colonial. Los intereses de Francia, Inglaterra y Alemania, alentarán las iniciativas de los criollos.

“En treinta años de vida independiente, México no había tenido paz, ni desarrollo económico, ni concordia social, ni estabilidad política.
Entre 1821 y 1850 reinó la inquietud en todos los órdenes. En treinta años hubo cincuenta gobiernos, casi todos producto del cuartelazo; once de ellos presididos por el general Santa Anna. La vida del país estuvo a merced de divididas logias masónicas, militares ambiciosos, intrépidos bandoleros e indios relámpago. Los generales producían guerritas a granel para derrocar presidentes y gobernadores... La norma fue la pobreza y el aislamiento en todos los sectores de la actividad humana, sin embargo, los contactos con el exterior fueron mayores que en la colonia. A México, río revuelto, vinieron a pescar sastres, mercaderes, zapateros y boticarios de Francia, comerciantes de Alemania, hombres de negocios de Inglaterra.” (Luis González. 1973.)

El México del siglo XIX, había sido concebido por un puñado de criollos nacionalistas que se inspiraban en modelos extranjeros, sea el estadounidenses o el europeo. Pero la civilización milenaria y sus gentes seguirían negada y explotada, sin poder ejercer el derecho de decidir. Las leyes, las instituciones y las autoridades. Ahora serían diseñadas para que los criollos y sus voraces socios europeos, pudieran explotar los recursos naturales, especialmente la minería y el petróleo, y a la masa indígena y mestiza que todavía no encontraba acomodo en la nueva sociedad y que no tenía derechos reales. El sistema colonial que se edificó a lo largo de tres siglos dejó de funcionar. El 80% de los “mexicanos” de inicios del siglo XIX eran de origen indígena; pero sus leyes, sus instituciones, sus autoridades y su civilización, ni remotamente tenían derecho a diseñar la nueva nación que los criollos querían crear.

Mientras los criollos-conservadores-masones escoceses pretendían formar una monarquía europea para salir del caos, -“Perdidos somos sin remedio si la Europa no viene pronto en nuestro auxilio”- escribía Lucas Alamán. Los criollos-liberales-masones-yorkinos, negaban cualquier herencia europea o indígena, y pretendían crear un modelo idéntico al del vecino del Norte, para diseñar el futuro de esta patria que estaba en formación.

Los dos bandos de criollos estaban de acuerdo en una sola cosa, la civilización milenaria no tenía cabida en el nuevo proyecto, los criollos discrepaban únicamente en cuanto a que, sí el modelo era europeo o estadounidense.

Para mediados del siglo XIX, entre las pugnas de los criollos y la incapacidad para gobernarse, las potencias europeas encabezadas por Francia, Inglaterra y España deciden en la Convención de Londres intervenir en México, no tanto para asegurar el pago de las deudas contraídas con ellos por la incipiente y pésimamente administrada nación; sino para construir un muro de contención europea a los expansivos y voraces Estados Unidos, que empezaban a construir su poderío; que en esos momentos no podían ayudar a sus aliados “criollos liberales” pues se encontraban en la “guerra de secesión”. Las tropas intervencionistas desembarcaron en Veracruz y el gobierno liberal negoció con Inglaterra y España mediante el tratado de La Soledad, que se retiraran sus tropas. La Francia de Napoleón III inició la invasión con apoyo y simpatía de los criollos conservadores. El Imperio de Maximiliano duro menos de tres años, en parte porque los Estados Unidos al término de la Guerra Civil, exigieron la salida del ejército francés, en parte porque Napoleón III necesitaba sus tropas para defenderse de sus peligrosos vecinos los Prusianos, dado que ya se veía venir la Guerra Franco Prusiana en Europa, y en parte por la permanente lucha que sostuvieron los criollos liberales a través de los generales Mariano Escobedo, Ramón Corona y Porfirio Díaz.

“La historia Moderna de México comienza con una caída y acaba con otra. Se inicia en julio de 1867, al derrumbarse el imperio de Maximiliano, y concluye en mayo de 1911, cuando se desploma el gobierno de Porfirio Díaz. Esta historia abarca cuarenta y cuatro años, que, sin embargo, se dividen habitualmente en dos épocas. La inicial, de escasos diez años (1867-1876), se llama la República Restaurada. A la segunda, de treinta y cuatro (1877-1911), se le nombra El porfiriato.” (Daniel Cosío Villegas. 1973)

Finalmente triunfaron los criollos liberales. Paradójicamente serán dos oaxaqueños, uno de profunda estirpe indígena Benito Juárez García y el otro, Porfirio Díaz Mori, mestizo, pero con una innegable herencia indígena, los que realizarían el sueño que habían iniciado los criollos desde 1824. El sueño de crear una nación moderna como las de Europa.

El modelo fue francés, los capitales y tecnologías de Francia, Inglaterra y Alemania. México se volcó a “la modernización”, que no era otra cosa que una nueva europeización. Los que pagaron el costo fueron fundamentalmente los indígenas, con sus recursos naturales y los campesinos mestizos, con su mano de obra barata.

   
“La fórmula de “poca política, mucha administración” funcionó satisfactoriamente durante largos años porque el país ansiaba la paz y quería mejorar su condición económica, y porque Porfirio demostró que podía mantener la paz y sabía cómo impulsar la economía nacional. Al final, sin embargo, se hizo cada vez más ingrata hasta provocar la rebelión maderista.
Jamás ha habido en el mundo una sociedad igualitaria en que la riqueza se reparta en porciones exactamente iguales entre todos y

cada uno de los miembros de esa sociedad. Pero en México la desigual repartición de la nueva riqueza pareció muchísimo más marcada, y por ello no se le halló otra explicación que el apetito insaciable de los ricos de hacerse cada día más ricos, a costa, por supuesto, de unos pobres que deberían ser tratados como hermanos.” (Daniel Cosío Villegas. 1973)


  1. Por primera vez es declarado Presidente de la República en marzo de 1833, pero él argumenta que está enfermo y deja el poder en manos de Valentín Gómez Farías, el vicepresidente. De 1833 a 1855, Antonio López de Santa Anna participó constantemente en la política. Intervino en muchos golpes militares, luchas internas y tropiezos económicos que vivió México. Lo mismo los liberales que los conservadores, muchas veces lo buscaron para que se hiciera cargo de la presidencia del país. Durante estos años, México perdió gran parte de su territorio y padeció la intervención norteamericana y francesa. La última ocasión en que sucedió esto fue en 1853
  2. La primera sociedad en constituirse como país fue Estados Unidos de Norte América en 1776.