Gotas de sangre/París-Extremadura
París-Extremadura
Ya saben ustedes que en París vivimos de milagro. En barrios populosos como Menilmontant y Belleville, en bulevares tan concurridos como el de Richard-Lenoir, en pueblos tan importantes como Clichy-Levallois y Asnières, no es posible salir después de las doce de la noche sin tropezarse con la partida de los Encaveurs, o con la de los Sornis, o con la de los Amandiers, o con la de los Coeurs percés, o con la de los Ceintures-Bleues, o, en fin, con la de los ¡¡¡Apaches!!!
Componen estas partidas amenos jóvenes de diecisiete a veinte años, que matan por gusto, y que, después de matarle a usted, le dejan de recuerdo, y como marca de fábrica, un chirlo en la nariz, o un ojo tuerto, o una oreja cortada, que luego le regalan a la novia. En el barrio de Menilmontant, después de las doce de la noche, según han referido al prefecto Monsieur Cochefert, sólo se oyen gritos de terror, voces de ¡Socorro! ¡Que me matan! ¡Al asesino! La vecindad, que generalmente es pobre, se divierte; abre la ventana y ve, a través de las sombras de la noche, que la partida de los apaches, por ejemplo, se dispone a cortarle el pescuezo a un transeúnte, después de haberle asestado en la barriga un cabezazo que le echó a rodar en el arroyo.
-¡On va le saigner! exclamó la vecindad, desde su ventana, cuando vio a un caballero apache coger del pelo a un tal Gabriel y colocarle la cabeza en la acera.
¡Le van a sangrar! Y, en efecto, otro señor apache le cortó el cuello, de un solo tajo, a la vista del respetable público.
Este género de suerte ha llegado a ser tan general, que cuando una mujer quiere deshacerse de su marido, lo arregla con decirle:
-¿Por qué no vas esta noche a dar una vuelta por Ménilmontant?
En varios barrios la familia espera al jefe vigilando la calle desde la ventana y preparada a gritar: - ¡Al asesino! ¡Socorro! Y cuando el jefe cuenta que no le han dado más que un cabezazo al pasar, todo el mundo respira y exclama a coro:
-¡Parece mentira el progreso que se nota en nuestras costumbres!...
Por fortuna, para sacar de un apuro a las costumbres estamos los españoles. Como han telegrafiado de Céret que andan por allí cuatro españoles desvalijando a los viajeros, la Prensa parisiense insinúa que estamos en París como en Extremadura.
Es una preciosa ventaja para los españoles, porque nos respetan. Anoche, al volver a casa, como vi en la vía férrea un grupo que, si no era de apaches, merecía serlo, me apresuré a vocear:
-¡Español y de Extremadura!
A lo cual contestó el que parecía hacer de jefe:
-¡Pase el compañero!