Gotas de sangre/La Obsesión del baúl
La Obsesión del baúl
Reunidos en trío erótico un pájaro de cuenta, llamado Cesbron; un doctor inglés, llamado Hebert, y una mala pécora, llamada Justina Pesnel, venían dedicándose a dar timos, con el gancho del matrimonio, a personas que querían casarse.
Un incidente produjo la intervención de la policía en los tejemanejes del trío, y la policía, en registros que hizo en deshabitada villa que aquellos individuos alquilaron en lugar apartadísimo y solitario, encontró un hacha, varias cadenas, una pala, un pico, un martillo, una sierra y un baúl negro y vacío.
¡Ah, ese baúl!... La policía dedujo en seguida que las herramientas fueron compradas por Cesbron y su parienta para matar al doctor Hebert, que tiene buenos cuartos, y enterrarlo metido en un baúl negro y vacío, y como ya parece averiguado que el baúl se destinaba a ropa y las herramientas iban a servir al mismísimo doctor Hebert, que fue quien las compró, para hacer una palizada, la rechifla de París debe de haberse oído en la Puerta del Sol.
Va para veinte años que Eyraud y Gabriela Bompard, juntando el pringue de sus almas torvas como juntaron el pringue de sus cuerpos sádicos, idearon la siniestra aventura de levantar un patíbulo en la habitación de un piso, ejecutar allí mismo una víctima y meterla en un baúl...
Los periódicos europeos no hablaron de otra cosa en más de un año, y de aquella a esta fecha se han escrito muchos volúmenes sobre el asesinato de Gouffé por Eyraud y Gabriela Bompard.
Pero no pasan años por este crimen, cuya espeluznante trama sigue inalterable en la retina de París. Otras aventureras trataron de imitar a Gabriela: Mary Rogers, en los Estados Unidos: la Klein en Viena y hasta un hombre, Devreux, en uno de los alrededores de Londres. El nombre de Gabriela Bompard aparece periódicamente en las principales publicaciones de Francia y el extranjero, y en estos días «Le Matin» la exhibe en folletín escrito por Jaume, ex-inspector principal de policía, y en escenas como esta, que yo he oído de los labios de Gabriela y que deja muy atrás cuanto puede idear la fantasía más lúgubre:
C'était après le crime, à Lyon, à l'hôtel de Toulouse. La malle, où I'huissier se décomposa avec bruit, est dans un coin de la chambre 6, près du lit. Eyraud et Gabrielle se déshabillent. Une détonation retentit, dans la malle sanglante.
-Tiens, fait Eyraud, c'est lui qui se vide!
Et au lit, il donne à Gabrielle une séance amoureuse d'une frénésie extraordinaire. Il interrompt ses caresses pour «engueuler» le cadavre de Gouffé.
-Salaud! lui dit-il, en montrant le poing, tu ne peux plus l'embrasser, hein? Eh bien! moi, je l'embrasse! Ah! ah! viens-y donc! Mais tu ne viendras pas! il lui faut d'autres hommes que toi, à Gabrielle!
No hay más que una Gabriela, como no hay más que un baúl-tumba, y la policía, sacudiendo la obsesión del baúl sangriento, debe dejarse de ver Gabrielas en todas partes.
Porque ya no se puede salir de viaje con un baúl negro sin excitar la curiosidad pública y sin que la policía frunza el ceño, preguntándose: -¿Cargará ése con un cadáver?...