XLIX

«Eres ¡oh, niña! nube esplendorosa;

yo, oruga que se arrastra y jamás sube;

mas la oruga se torna en mariposa

y entonces puede traspasar la nube».


Así te dije; y el desdén insano

tembló en tu boca y sonreíste altiva:

En mariposa se tornó el gusano,

y se fue muy arriba…muy arriba!


Hoy ocultas la faz en tu pañuelo,

porque el sonrojo hasta tu frente sube:

¡ay!...que el gusano que rodó en el suelo,

traspasó, al fin, la esplendorosa nube!