XLI

Tanto a los muertos, hermosa,

he querido y he cantado,

que debo ser muy amado

por los que están en la fosa.


Por eso en el camposanto

me gusta estar noche y día:

no sufro... siento alegría,

me río... no vierto llanto.


Porque pienso que, aunque yertos

y mudos, se han de alegrar

cuando me sienten entrar

a sus dominios los muertos.