XC

Empaña la tristeza del pecado sus ojos:

de un pecado que nunca borró el agua bendita;

cuajada está en sus labios, antes puros y rojos,

la dolorosa mueca de una angustia infinita!

Una vez... despertaron sus dormidos antojos;

¡fue una noche muy dulce! ¡Fue una noche maldita!

Él la rogaba, y ella cubierta de sonrojos,

no pudo más... y, loca... se entregó... ¡Pobrecita!


Y sucedió... lo mismo que sin cesar sucede:

¡Él huyó, y ella, sola, con placer y amargura,

recuerda aquella noche que ya volver no puede!


¡Y a un vago escalofrío de miedo y de ternura,

de cuando en cuando, todo su frágil cuerpo cede, al ver que se deforma su escultural cintura!