V

Una cuna rosada que la luna

tras de un cristal con níveo rayo armiña;

y en el mullido fondo de la cuna

un ángel, ¡una niña!


Unos ojos ardientes, unos ojos

en que el azul del cielo es más sereno,

tersa piel, blancos dientes, labios rojos,

y un volcán de purísimos antojos

bajo la curva trémula de un seno.


Una noche muy fría. Llueve... llueve.

¡El trágico fantasma de la tisis

pasa sobre la nieve!

Es la salida del teatro. ¡Hueca

resuena entre el tumulto

ruidoso una tos seca!


¡Unos ojos abiertos, exaltados

como los de una liebre,

algunos rizos luengos y dorados

por el sudor pegados a una sien excavada por la fiebre!


Pisadas silenciosas

relampaguear de cirios,

olor de blancas rosas,

de azucenas y lirios.