Gotas de ajenjo/IV
IV
Me gustan las ojeras
en los semblantes tristes
de los seres que luchan
con el mal, y resisten
los espantosos golpes
que del pesar reciben,
y que apenas se fruncen...
y solo a solas gimen.
Detesto las ojeras
en los semblantes tristes,
de aquellos que en las crápulas
y en los burdeles viven;
y enfermos de la carne
y enfermos del espíritu,
van en busca del vórtice
del desprecio y del crimen.
Por eso son tan bellas
en las mártires vírgenes,
en las madres dolientes,
y en los bardos sublimes; y al contrario, asquerosas,
repugnantes y horribles,
en los que se degradan,
es decir; ¡en los viles!