LIV

Por los morados círculos

de tus hondas ojeras,

resbalaron dos lágrimas...

las últimas dos gotas prisioneras.


Con ademán olímpico

sacudió la cabeza,

en tanto que el crepúsculo

desleía en la sombra su tristeza.


Y en un momento trágico,

sin rumor, sin alarde,

se fue su noble espíritu

con la luz amarilla de la tarde.