LV

De pie sobre la tumba de un suicida,

exclamé con voz ronca y dolorida:

–¡Cobarde! No mereces descansar...

¿No supiste vencer vanos dolores?–

Y hollé, rabioso, las fragantes flores

que allí mismo empezaban a brotar.


Eso fue ayer. Hoy triste y desolado,

y de vivir y de luchar cansado,

ya me parece, atónito, escuchar...

que alguien pisa mi tumba de ira loco,

y me grita: –¡Cobarde!– Tú tampoco,

tú tampoco mereces descansar!