CXXVIII

Ya no entonan los pardos ruiseñores,

en las selvas, sus cántigas sencillas;

marchitáronse ya todas las flores,

y están todas las hojas amarillas.


Ven, junta tu cabeza a mi cabeza,

y déjame llorar... huyó el estío

con su calor, se va con su tristeza

el otoño... ya sopla un viento frío!