CXXII

Dijo la ola al murallón: –¡hermano,

tres siglos ha que te golpeo en vano,

sin que tú nunca de impedirlo trates;

tres siglos, sobre el mundo y bajo el cielo,

que con mi amarga espuma te flagelo;

pero tú... ni te quejas ni te abates.


Y dijo el murallón, con voz arcana:

–Flagela más... flagela más, hermana.

Flagela más. Tu empeño no me arredra.

Que si tienes vigor, y es tu destino

azotarme, furiosa, de contino,

¿qué me importa? ¡Yo soy valla de piedra!


Yo, que esto oía, en medio de la noche,

con mi voz más profunda de reproche,

exclamé, presa de mortal fatiga:

¡Ay! Quién tuviera el corazón tan duro

como ese inmóvil y paciente muro,

para retar al mal que me fustiga.