CXXI

¡Oye!... mientras respire el pecho mío

y una esperanza mi horizonte alumbre,

yo, poeta sombrío,

en pos iré de la anhelante cumbre.

Y subiré tranquilo y sin alarde,

sin oír, en mi lóbrego sendero

ni la risa cobarde

ni el generoso aplauso lisonjero.


No importa que el cansancio y la tristeza

me fastidien; acepto mi destino;

doblaré la cabeza,

pero después proseguiré el camino.


¿Que el rayo vibra y se oscurece el cielo?

¿Que el sol se ha hundido en el profundo ocaso?

¿Que se estremece el suelo?

¿Que tengo que caer?... ¡dar podré un paso!


¡Y si llega la muerte, y todo es vano,

los que marchan conmigo hacia la lumbre con la lira en la mano

llevaran mi cadáver a la cumbre!