Enciclopedia Chilena/Folclore/Tren-Tren y Cai-Caivilu, Mito

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Mito Tren-Tren y Cai-Caivilu
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2902/29
Título: Mito Tren-Tren y Cai-Caivilu
Categoría: Folclore


Tren-Tren y Cai-Caivilu.

Mito.

Una versión moderna del mito se encuentra en la colección de S. de Saunière: "Cuentos Populares Araucanos y Chilenos" (en la Rev. Chil. de Hist. y Geogr., N° 21, Santiago, 1916). Le fué narrada por Antonio Rojas, de Ancud.

Una muchacha muy bonita se fué a bañar en el mar, donde la estaba esperando un Trauco, quien ya la había obervado en los días anteriores, cuando se paseaba por la playa.

La joven se asustó mucho y gritó, pero el Trauco se arrojó sobre ella. Ella se defendió de él, lo que pudo durante algún tiempo, porque tenía bastante fuerza y el Trauco era pequeño. Pero finalmente, flaqueando su resistencia, llamó a Cai-Caivilu, mala serpiente que vive en el mar y de la dicen que es madre del Trauco.

La culebra envolvió las piernas de la joven con su larga cola, y la sujetó en una roca, donde la dejó amarrada. Así, el Traueo y también la serpiente podía abusar de ella.

La muchacha dió a luz una hija del Trauco, que era chiquita y muy hermosa. El padre estaba feliz de tener esa hija, como también Cai-Caivilu, que la visitaba todos los días.

Un día supo la madre que le querían quitar la niñita, para casarla con un Pillán que vivía en las nubes. Estaba desesperada y no dejaba de llorar.

Su llanto fué escuchado por Tren-Tren, serpiente benigna, que era enemiga de Cai-Caivilu y del Trauco. Informado acerca de lo que le ocurría, se ofreció para salvarla en un cerro en que vivía. La joven le contestó que por estar amarrada tanto tiempo en la roca, sus piernas se habían unido en una sola y no podía andar, por lo cual le rogaba que salvara primero a la niñita.

En esto se levantó una grandísima ola y apareció Cai-Caivilu, quien vió en tierra a Tren-Tren y se quiso arrojar sobre él. Pero como no podía salir del mar, llamó al Trauco, quien se acercó corriendo con un palo torcido en la mano.

Atacó éste de inmediato al Tren-Tren, y éste estaba dispuesto a luchar con aquel. Pero la joven le rogó que salvara primero a la criatura. El Tren-Tren abrió la boca, la madre puso a la niñita en ella, y de inmediato subió por la ladera del cerro, a tan gran velocidad que el Trauco no lo pudo alcanzar con sus piernas cortas y provistas sólo de muñones informes. Cai-Caivilu, por su parte, se revolcaba lleno de rabia en el mar.

Como se les escapaba Tren-Tren con la criatura, Cai-Caivilu, en su deseperación, avisó de lo que ocurría a su Pillán y éste a todos los restantes, quien provocaron un diluvio, echando sobre la tierra el agua que había en las nubes. Entre tanto, Cai-Caivilu continuaba revolcándose en el mar de rabia y levantaba gigantescas olas. De este modo, el mar comenzó a invadir la tierra.

Los indios no sabían por donde escapar, pero Tren-Tren les dijo que se subieran al cerro en que tenía su cueva.

Así lo hicieron, pero el agua subía con tanta rapidez, que alcanzó a los más lentos, que fueron transformados en peces por Cai-Caivilu. Los animales alcanzados por las aguas, a su vez, fueron transformados en piedras.

No dejaba de llover, el mar seguía subiendo y rodeaba el cerro. Pero el Tren-Tren, que no quería que la gente se muriese, hacía que éste creciera cada vez más, sobresaliendo siempre de las aguas. Ya no se veían montes ni bosques, que estaban cubiertos por un mar de aguas. La niñita estaba escondida la cueva del Tren- Tren, en la cima del cerro. Se encontraba bien adentro de la caverna.

Esta lucha entre las dos serpientes duró muchos días. Cai-Caivilu hacía subir el mar; Tren-Tren elevaba cada vez más el cerro. Finalmente, la primera trató de llegar a la cumbre del cerro. Se elevó sobre su enorme cola y trató de afirmarse en una gran roca, a fin de llegar hasta arriba. Salió entonces Tren-Tren y soltó la roca de una colazo. Esta se precipitó en el vacío, arrastrando consigo a Cai-Caivilu, y como el peso de ambas fué muy grande, se hundió aquella parte en que cayeron, y la culebra del mar desapareció.

Como consecuencia, el Pillán dejó de hacer llover, y las aguas volvieron a bajar. Quienes se salvaron pudieron volver a sus tierras y vieron una laguna al pie del cerro Tren-Tren, la que se formó en la parte en que Cai-Caivilu había caído.

El mito precedente revela un don dramatizador de parte del narrador (o de la tradición moderna recogida por él). Se introduce la novela de la joven violentada por el Trauco y se relaciona a éste con Cai-Caivilu. En el mito original no aparecen estos elementos.

A pesar de ese don de novelar, se pierde de vista a la madre de la criatura, no mencionándose lo que ocurrió con ello en el diluvio. La alusión a que ambas piernas se le habrían unido en una, podría referirse a que fué transformada en una sirena. Todo el interés se concentra en salvar a la criatura, que se presenta como perfectamente humana, a pesar de tener como padre al Trauco.

Del mito original no se menciona el episodio que hace acercarse el cerro Tren-Tren demasiado al sol, obligando a los indios salvados a protegerse contra el calor con callanas.

Interesante es en el relato también la intervención del Pillán (Véase), que llama a los demás pillanes. No cabe duda que antes de la llegada de los españoles Pillán se identificaba en la religión araucana con Nguenechén o Nguenemapún, el Dueño de los Hombres o Señor de la Tierra. Pero se daba el nombre de Pillán también a los antepasados que habían caído en acción de guerra y que acompañaban a Nguenechén en el cielo. Se explica así que un Pillán pudiera llamar a los demás.

Según ésto, Cai-Caivilu tenía en el firmamento su propio Pillán, cuya ayuda logró. También este elemento falta en los relatos más antiguos del mito, pero es posible que la tradición haya conservado un elemento que siempre existió, pues parece lógico que Cai-Caivilu dispusiera de un aliado que hiciera caer del cielo los aguaceros necesarios para provocar la inundación, poder que no tenía ella misma y que es muy propio de un Pillán.