Enciclopedia Chilena/Folclore/Trauco

Para ver el documento original completo, haga clic en la imagen.

Trauco
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2902/27
Título: Trauco
Categoría: Folclore


Trauco.

Mito.

Mito que se refiere a un ser fantasmagórico que vive en los troncos y a veces también en las copas de los árboles. Tiene pies que forman muñones informes, sin talones ni dedos. Su mirada es capaz de matar como un basilisco a una persona que aun no ha reparado en él, o bien le deforma espontáneamente, dejándola con el cuello torcido y sentenciada a morir antes del año. Si el afectado lo observa primero, antes de ser visto por él, la consecuencia es la muerte del Trauco. Su indumentaria consiste totalmente en un tejido de quilineja. Usa un sombrero de forma cónica semejante a un cucurucho y tejido con las fibras de esa misma enredadera. Es de instintos lascivos y persigue a las mujeres. Molesta a veces a los moradores de une casa hasta hacerlos desesperar. Es de pequeña estatura, pero representa una persona adulta. Se caracteriza por sus instintos perversos y dañinos.

En la Isla Grande de Chiloé, donde la creencia en él está muy divulgada, se le conoce con diversos nombres, como fiura (figura), hueye, pompón del monte y otros. Pero ellos representan más bien apodos que se usan como insultos para alejarlo de los lugares en que se supone. Viéndose tratar de esta manera, emprender de inmediato la retirada. Si se le llama, en cambio con su propio nombre, acude de inmediato al llamado. Anuncia su visita por medio de apariciones que tienen las mujeres en sus sueños, en que se les presenta como un joven de buena presencia, o bien como un religioso. existe también una trauca, a la que se llama igualmente hueye y debe advertirse que el término de hueye significa en araucano invertido, y, efectivamente, se supone que los hombres que sueñan con la trauca tienen relaciones con miembros del mismo sexo. En cuanto a las mujeres, el trauco desflora a las doncellas que vagan por las montañas. No vacila en arrojarse al mar en seguimiento de su víctima, pereciendo a veces al tratar de alcanzarla.

Su presencia se reconoce a veces por un ruido ensordecedor, semejante al de una tropa de animales bravíos que pasan atropelladamente; en otras ocasiones se le reconoce por hachazos que se escuchan en el bosque, o bien imita a éstos en son de fisga; otra veces deposita materiales fecales en los troncos de los árboles o en los umbrales o en los umbrales de las viviendas. Hace todo ésto cuando prefiere no exhibirse.

Además de las maldades ya señaladas, sus maleficios consisten en producir en sus víctimas jorobas, parálisis faciales, tullimientos o dislocaciones de los huesos, el tortícolis, un gran decaimiento o dejadez con que amanece el cuerpo, la muerte a corto plazo para el que ha tenido la desgracia de pisar o sólo mirar sus deposiciones, el malograrse el carbón que se está fabricando en la hornada y el cual, al arder en el brasero, chisporrotea sin cesar, lo que se debería a que el Trauco lo ha pisado, y muchos otros.

Según informa Francisco J. Cavada en su libro "Chiloé y los Chilotes", de cuya obra se han tomado las informaciones precedentes, los chilotes usan las siguientes defensas o amuletos en contra del Trauco:

- Un escapulario que tenga por ambos lados dos carbones, dos pares de ojos y dos barbas de chivo,-
- tirar cochayuyo o derramar ceniza en las 4 esquinas de la casa,-
- hachear las esquinas de la casa,-
- hacer una cruz con dos cuchillos,-
- hacer silvar un huiro (el alga marina de este nombre),-
- contar los sueños que se han tenido con el Trauco,-
- pasar por el humo a la persona que haya sido mirada o torcida por él,-
- ir arrastrando y azotando el pahueldun o bastón del Trauco; de acuerdo con la magia simpática, se cree que este último siente los golpes que se descargan sobre aquel,-
- una vez cogido el Trauco, se le cuelga sobre el fogón, donde se convierte en un palo que destila cierto aceite que permite sanar a sus víctimas, frotándolas con él,-
- quemar las materias fecales del Trauco,-
- desmenuzar y frotar ajos entre las manos, a fin de ahuyentarlo con su olor, y -
- arrojarle un puñado de arena, a fin de que se ocupe en contar los granos, dando así tiempo para huir.

Al insultarlo, debe tenerse cuidado de su venganza y que consiste en golpear al que le profiere los retos, o dejando sus deyecciones en el umbral de la vivienda.

Interesante es que la figura del Trauco es idéntica a un espíritu del bosque en la mitología de los selenam, lo que revelaría una relación cultural que no existe en cuanto a todos los demás elementos de sus respectivas culturas.

La figura (palabra que en la zona austral del país se pronuncia fiura) del Trauco está propagada en el país hasta donde se extiende el espeso bosque virgen, cuya personificación es, al menos en cuanto a los elementos de terror y espanto que contiene. En Valdivia se lo imaginan como un hombre viejo con apariencia de niño. En Castro es considerado como un ser deforme, especie de sátiro, al que se parece, si no en la figura, en la lubricidad, "¡Cuidado con el Traucol!", y, dicen las madres a sus hijas cuando las envían a la compra, lejos de su casa, y con el Trauco se disculpen siempre que les ocurre alguna novedad, de esas que no pueden quedar ocultas. Estas dos informaciones las proporciona Julio Vicuña Cifuentes, en "Mitos y Superticiones"•

Alejandro Cañas agrega en su "Vocabulario de la Lengua Veliche" que el Trauco es un ser imaginario en figura de hombre, pero enano y contrahecho y que vive en los bosques. Viste de la quilineja y de otras plantas filamentosas. Loa habitantes de las islas orientales del archipiélago se lo imaginan como brujo y capaz de producir enfermedades en los niños y aún en los adultos. En las islas de Cahuach, Apiao, Alao y Chaulinec, en donde la creencia del Trauco es general las madres defienden a los niños de los males que les puede causar, poniendo sobre las mesas, dentro de sus casas, doce montoncitos de la arena más fina de la playa. De este modo, cuando penetra en la casa en el silencio de la noche, se pone a contar esos granos y se olvida de los niños, huyendo cuando los sorprende el alba en aquella operación.

Sin duda, el mito es de origen indígena.