Enciclopedia Chilena/Folclore/Pillan, Concepción Araucana

Para ver el documento original completo, haga clic en la imagen.

Concepción Araucana Pillan
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2902/25
Título: Concepción Araucana Pillan
Categoría: Folclore


Pillán, Concepción Araucana.

Para conocer los atributos de Pillán es interesante un mito relatado por el indio Ñamco a S. de Saunière y reproducido por ella en sus "Cuentos Populares Araucanos y Chilenos" (en la Rev. Chil. de Hist. y Geog., N° 26, Santiago, 1917).

Hubo un calcu anciano de muy malas intenciones, quien tenía como hijas a dos zorras. Además, tenía también un hijo , que era un tigre.

Fueron a visitarlo dos hermanos, que eran de muy buenas intenciones, pero pobres. Ambos se enamoraron de las hijas del calcu. Hecha la proposición a éste, les preguntó cuanto le pagarían por ello. Como ellos nada poseían, aceptó que le trabajaran sus tierras, en lo que convinieron.

El primer trabajo consistió en cortar árboles de gran tamaño, en los que se había escondido el hermano tigre de las dos niñas zorras.

Como no tenían hachas, se les entregó una de madera y se les informó que con ellas podían cumplir la tarea.

Se dirigieron a unos grandes robles que quedaban cerca del volcán. El hermano tigre caminaba delante de ellos.

Las hermanas bonitas les advirtieron que no fueran, pues el Pillán los mataría. Pero ellos insistieron, y cuando llegaron cerca del volcán, vieron al Pillán, que se había quedado dormido en un pequeño barranco.

El tigre corrió entonces ligero sobre un barranco, desde el cual hizo rodar una gran roca, emprendiendo en seguida la fuga.

Quería con ella matar al Pillán, pero los dos hombres sujetaron la piedra y lo salvaron. Cuando el Pillán despertó, vio a los dos hermanos.

Se fueron en seguida a cortar los robles, pero al primer golpe quedó destrozada el hacha de madera.

Uno de ellos preguntó que podrían hacer, y el otro contestó que debían pedir el hacha de Pillán. Para conseguirla tuvieron que repetir cuatro veces esta frase:

-¡Ven, hacha del Pillán!

Bajó ella de inmediato, y se pudieron enterar de que era sumamente pesada, pues consistía en acero.

Para derribar un roble bastaba un golpe: tan grande era la potencia de esa hacha.

Cumplida la tarea, enterraron el hacha.

El viejo calcu que les había entregado con malos propósitos un hacha de madera, estaba muy irritado por el éxito logrado. Les pidió la devolución del hacha, y se la entregaron, quebrada como estaba. Les hizo entonces reproches por haberla dañado.

Para poder castigarlos, les pidió en seguida que fueran a cazar un toro chupey (salvaje), cortándole la cabeza. También éste se encontraba cerca del volcán.

Las dos zorras les advirtieron que no fueran, porque el toro los iba a matar, pero ellos insistieron en ir. El tigre, corriendo rápidamente les precedió en llegar allá.

Cuando ellos llegaron al volcán, el Pillán se encontraba parado sobre una piedra. El tigre se le acercó desde atrás y comenzó a mover la piedra, a fin de que el Pillán se cayera de ella, pero no logró su propósito pues los dos hermanos lo impidieron, sujentando la piedra.

Se acercó entonces el toro chupey y los dos hermanos se escondieron detrás del roble que habían derribado.

Recordaron entonces que para cazar el animal necesitaban el lazo del Pillán, que se podían procurar, como en el caso del hacha, gritando cuatro veces:

-¡Ven lazo del Pillán!

Bajó entonces ese lazo, y con él lacearon de inmediato el toro, al que cortaron la cabeza con el hacha del Pillán.

Cumplidas las dos tareas, pudieron por fin contraer matri­monio con las dos zorras, a las que llevaron a sus tierras, donde vivieron felices.

El viejo calcu llamó entonces a su hijo tigre y le pidió que fuera a hablar con sus hermanas, pidiéndoles que volvieran donde su padre.

Así lo hizo el tigre, pero ellas se resistieron a regresar. Cuando lo supo el calcu, acordó castigarlas con la muerte.

Efectivamente, cuando regresaron los dos hermanos de su trabajo, las encontraron sentadas cerca de la puerta. Las llamaron cuatro veces, pero no contestaron. Finalmente, las movieron, pero se cayeron al suelo, y se enteraron de que estaban muertas. Tenían manchas de sangre, y también las había en el suelo.

Mucho lloraron los dos hermanos por sus esposas, y se enteraron también de que había sido el tigre quien les dio la muerte.

Se dedicaron de inmediato a perseguir al tigre. Lo encontraron en un barranco, moviéndose lentamente, por la mucha sangre que había bebido al matar a sus hermanas. Como disponían del hacha del Pillán, les fué fácil darle muerte.

Desde ahí se dirigieron a la ruca del calcu, a la que llegaron de noche.

Como castigo, ordenaron que el sol no saliera durante cuatro años. Efectivamente, desde ese día no amaneció más, y el mundo quedó envuelto en obscuridad.

Mucho lloraron los animales, y fueron a consultar al calcu, pidiéndole que les devolviera el día, y éste transmitió la petición a los hermanos.

Estos se negaron a acceder, alegando la muerte de sus mujeres. Pero los animales les ofrecieron sus hijas para reponer a las que habían perdido. Se les acercaron entonces avestruces, guanacas, ovejas y yeguas, pero también palomas, bandurrias, águilas y golondrinas.

Pero ninguna de ellas encontró su aprobación, e insistieron en que durante cuatro años no volvería a salir el sol.

Finalmente, encontraron al viejo calcu escondido debajo de un cuero, y le increparon duramente por qué había mandado matar a sus mujeres.

Luego lo amarraron con el lazo del Pillán, lo colocaron sobre un caballo y se lo llevaron a la ruca donde se encontraban en el suelo todavía sus dos mujeres muertas. En presencia de ellas le cortaron la cabeza con al hacha del Pillán.

Su cuerpo derramó abundante sangre, y al esparcirse ésta por el suelo y alcanzar los cadáveres de las dos mujeres, éstos resucitaron a la vida.

Y cuando ello ocurrió, comenzó a brillar de nuevo la luz del día.

El cuerpo del viejo calcu fué despedazado. Cada animal comió un trozo de él, y así se hartaron los animales que habían acompañado a los dos hermanos.


El relato precedente es muy característico para la cultura araucana y sobre todo para sus ideas acerca del mundo sobre natural.

El calcu es representado como un ser humano que disfruta de poder para aplicar la magia negra, lo que hace simplemente por maldad, sin que nada lo justifique. Pues es evidente que no tenía ningún motivo para matar a sus dos hijas, que no le habían hecho ningún mal. Es por eso que los araucanos perseguían a los calcu y los mataban cuando los podían haber.

Una clara influencia totemística consiste en que los hijos del calcu son un tigre y dos zorras, como también en la intervención de los animales en la acción. De ellos, sólo el tigre sigue las huellas del padre, mientras que los animales restantes están pintados como bien inspirados, sobre todos las dos zorras.

También los dos hermanos representan un elemento moralmente valioso, y son ellos quienes restablecen el orden moral perturbado por el calcu. Para lograrlo, disfrutan de la protección y cooperación de Pillán. Se encuentra representado éste como un ser humano que vive en un volcán y que es visible, pues se presenta a los dos hermanos. El tigre, cumpliendo ordenes de su padre, el calcu, trata de aniquilarlo, arrojando sobre él primero una gran piedra que hace rodar desde las alturas; y tratando de despeñarlo después desde una gran roca. En ambos casos, los hermanos lo salvan. Pero el Pillán aparece desempeñando un papel netamente pasivo, pues no reacciona ante los actos del tigre. En cambio, suministra a los dos hermanos las herramientas necesarias para hacer valer la justicia: un hacha y un lazo, ambos considerados como instrumentos mágicos, de efecto sobrenatural. El hacha es descrita como fabricada de un acero muy duro, pero éste es un concepto moderno: primitivamente, esas hachas eran de una piedra durísima.

Ante estas armas, los recursos del calcu para lograr la perdición de los dos hermanos resultan impotentes, y su eficiencia que­da demostrada cuando permiten matar al tigre y al calcu, lo que con otros instrumentos no habría sido posible. Como se lograron del Pillán mediante una fórmula mágica que había que repetir cuatro veces, queda de manifiesto que Pillán interviene en los asuntos de este mundo favoreciendo las causas morales y aniquilando las fuerzas del mal. De este modo, queda en evidencia que Pillán se identifica con Dios.

Interesante es, finalmente, el poder vivificante que se atribuye a la sangre y que se manifiesta en muchos mitos araucanos. Un buen ejemplo al respecto es el que lleva el título Muerto a quién le falta sangre.