En Santa Águeda de Burgos

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.
XLVI

E

n Santa Águeda de Burgos,

do juran los hijosdalgo,
le tomaban jura á Alfonso,
por la muerte de su hermano.
Tomábasela el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de fierro
y una ballesta de palo,

y con unos Evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto:
—Villanos mátente, Alfonso,
villanos que no fidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas
no con lanzas ni con dardos,
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas,
no de contray ni frisado;
con camisones de estopa,
no de holanda, ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel,
que no cueros fogueados;
mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado;
sáquente el corazón vivo,
por el siniestro costado,
si no dices la verdad,
de lo que eres preguntado,
sobre si fuíste ó no
en la muerte de tu hermano.—
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero,
que del rey es más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis d’eso cuidado,

La jura en Santa Gadea

que nunca fué rey traidor,
ni papa descomulgado.—
Jurado había el buen rey
que en tal nunca fué hallado;
pero también dijo presto,
malamente y enojado:
—¡Muy mal me conjuras, Cid!
¡Cid, muy mal me has conjurado!
Porque hoy le tomas la jura
á quien has de besar mano.
Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no vengas más á ellas
dente este día en un año.
—Pláceme, dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado;
por un año me destierras,
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid
á su destierro de grado
con trescientos caballeros;
todos eran hijosdalgo,
todos son hombres mancebos,
ninguno allí no había cano,
todos llevan lanza en puño,
con el fierro acicalado
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado,
y no le faltó al buen Cid
adonde asentar su campo.