Escena III

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Los mismos; MÁXIMO, el MARQUÉS, por la izquierda.


MARQUÉS.- Aquí aguardaremos.


MÁXIMO.- (Viendo a EVARISTA.) ¡Ay, quién está aquí! Tía... (La saluda con afecto.)


EVARISTA.- (Respondiendo al saludo del MARQUÉS.) Marqués... ¿Con que al fin hay esperanzas de ganar la batalla?


MARQUÉS.- No lo sé... Luchamos con una fiera de muchísimo sentido.


EVARISTA.- ¿Y tú, Máximo, crees...?


MÁXIMO.- Que el monstruo sabe mucho, y es maestro consumado en estas lides. Pero... confío en Dios.


EVARISTA.- ¿Tú también?


MÁXIMO.- Naturalmente: en Dios confía quien adora la verdad. Por la verdad combatimos. ¿Cómo hemos de suponer que Dios nos abandone? No puede ser, tía.


DON URBANO.- Al pasar por estos patios, ¿has visto a Electra?


MÁXIMO.- No.


DOROTEA.- (Asomada al ventanal.) Ahora pasa. Viene del cementerio.


MÁXIMO.- (Corriendo al ventanal con DON URBANO.) ¡Ah, qué triste, qué hermosa! La blancura de su hábito le da el aspecto de una aparición. (Llamándola.) ¡Electra!


DON URBANO.- Silencio.


MÁXIMO.- No puedo contenerme (Vuelve a mirar.) ¿Pero vive...? ¿Es ella en su realidad primorosa, o una imagen mística digna de los altares?... Ahora vuelve... Eleva sus miradas al cielo... Si la viera desvanecerse en los aires como una sombra, no me sorprendería... Baja los ojos... detiene el paso... ¿Qué pensará? (Sigue contemplando a ELECTRA.)


MARQUÉS.- (Que ha permanecido en el proscenio con EVARISTA.) Sí, señora: falso de toda falsedad.


EVARISTA.- Mire usted lo que dice...


MARQUÉS.- O el venerable Don Salvador se equivoca, o ha dicho a sabiendas lo contrario de la verdad, movido de razones y fines a que no alcanzan nuestras limitadas inteligencias.


EVARISTA.- Imposible, Marqués. ¡Un hombre tan justo, de tan pura conciencia, de ideas tan altas, faltar a la verdad...!


MARQUÉS.- ¿Y quién nos asegura, señora mía, que en el arcano de esas conciencias exaltadas no hay una ley moral cuyas sutilezas están muy lejos de nuestro alcance? Absurdos hay en la vida del espíritu como en la naturaleza, donde vemos mil fenómenos cuyas causas no son las que lo parecen.


EVARISTA.- ¡Oh, no puede ser, y no y no! Casos hay en que la mentira allana los caminos del bien. ¿Pero hemos llegado a un caso de éstos? No, no.


MARQUÉS.- Para que usted acabe de formar juicio, óigame lo que voy a decirle. Virginia me asegura que de Josefina Perret, sin que en ello pueda haber mixtificación ni engaño... nació el hombre que ve usted ahí... Y lo prueba, lo demuestra como el problema más claro y sencillo. Además, yo he podido comprobar que Lázaro Yuste faltó de Madrid desde el 63 al 66.


EVARISTA.- Con todo, Marqués, no cabe en mi cabeza...


MARQUÉS.- (Viendo aparecer a PANTOJA por la derecha.) Aquí está.


MÁXIMO.- (Volviendo al proscenio.) Ya está aquí la fiera.


DOROTEA.- Con permiso de los señores, me retiro. (Se va por la izquierda. PANTOJA permanece un instante en la puerta.)