Electra: 59
Escena IV
editarEVARISTA, MÁXIMO, DON URBANO, el MARQUÉS, PANTOJA.
PANTOJA.- (Avanzando despacio.) Señores, perdónenme si les he hecho esperar.
MÁXIMO.- Enterado el señor de Pantoja del objeto que nos trae a La Penitencia, no necesitaremos repetirlo.
MARQUÉS.- (Benigno.) No lo repetimos por no mortificar a usted, que ya dará por perdida la batalla.
PANTOJA.- (Sereno, sin jactancia.) Yo no pierdo nunca.
MÁXIMO.- Es mucho decir.
PANTOJA.- Y aseguro que Electra, que sabe ya despreciar los bienes terrenos, no aceptará la herencia.
MÁXIMO.- (Conteniendo la ira.) ¡Oh!...
EVARISTA.- Ya lo ves: este hombre no se rinde.
PANTOJA.- No me rindo... nunca, nunca.
MÁXIMO.- Ya lo veo. (Sin poder contenerse.) Hay que matarle.
PANTOJA.- Venga esa muerte.
MARQUÉS.- No llegaremos a tanto.
PANTOJA.- Lleguen ustedes a donde quieran, siempre me encontrarán en mi puesto, inconmovible.
MARQUÉS.- Confiamos en la Ley.
PANTOJA.- Confío en Dios.
MÁXIMO.- La Ley es Dios... o debe serlo.
PANTOJA.- ¡Ah! señores de la Ley, yo les digo que Electra, adaptándose fácilmente a esta vida de pureza, encariñada ya con la oración, con la dulce paz religiosa, no desea, no, abandonar esta casa.
MÁXIMO.- (Impaciente.) ¿Podremos verla?
PANTOJA.- Ahora precisamente no.
MÁXIMO.- (Queriendo protestar airadamente.) ¡Oh!
PANTOJA.- Tenga usted calma.
MÁXIMO.- No puedo tenerla.
EVARISTA.- Es la hora del coro. Quiere decir Don Salvador que después del rezo...
PANTOJA.- Justo... Y para que se persuadan de que nada temo, pueden traer, a más del notario, al señor delegado del Gobierno. Mandaré abrir las puertas del edificio... permitiré a ustedes que hablen cuanto gusten con Electra, y si ella quiere salir, salga en buen hora...
MARQUÉS.- ¿Lo hará usted cono lo dice?
PANTOJA.- ¿Cómo no, si confío en Dios? (Se miran en silencio PANTOJA y MÁXIMO.)
MÁXIMO.- Yo también.
PANTOJA.- Pues si confía, aquí lo espero.
MARQUÉS.- Volveremos esta tarda. (Coge a MÁXIMO por el brazo.)
PANTOJA.- Y nosotros a la iglesia. (Salen DON URBANO, EVARISTA y PANTOJA.)