Escena VIII editar

Dichos y JOSÉ ANTONIO.


José Antonio. -¡Ernesto!

Ernesto. -¿Tú sabes lo que es esta mujer?

José Antonio. -No la injuries. Te lo prohíbo.

Ernesto. -¡Tú!...

José Antonio. -¡Es tu madre; es nuestra madre! Es una digna mujer. (JOSÉ ANTONIO se dirige hacia su madre.) ¡Y tú, mamá, álzate! ¡Ese no es tu puesto!

Rosario. -Déjame, déjame. ¡No puedo; no tengo fuerzas! ¡Estoy bien así!

Ernesto. -¿Pero qué dices, José Antonio? ¿Ignoras lo que acaba de confesarme?

José Antonio. -No.

Ernesto. -Entonces, ¿qué sangre tienes tú? ¡Oh! no será la de mi padre, asesinado por ella...

José Antonio. -Te he prohibido que la insultes. Si no te dominas pensaré que eres un cobarde. Siéntate y escucha, criatura.

Ernesto. -(Dejándose conducir se desploma en un sillón y estalla en sollozos.) ¡Qué horror!... ¡qué horror!... ¡qué horror!... (Reconcentrado.) Es imperdonable, imperdonable, imperdonable. Debió arrojarme a la Inclusa. ¿Para qué me sirve ahora la fortuna, la carrera, la posición que me han dado? ¿Para qué?... Al menos advertirme que la falta de mi madre limitaba los derechos de mi vida...

José Antonio. -¿Qué derechos te limita?

Ernesto. -(Se levanta.) ¿Para qué me educaron así?... Para que fuera mayor mi oprobio. Nada más, nada más. ¡Oh! No podían ignorar que me entregaban sin defensa, vulnerable... vulnerable precisamente, en los más delicados sentimientos; en los que con mayor empeño habían cultivado en mí. ¡Qué maldad!...

José Antonio. -Es cierto; ése fue el error.

Ernesto. -Y la vergüenza de estar marcado con una marca tan infamante; expuesto al desprecio de la gente.

José Antonio. -No son muchos los que pueden tirar la primera piedra.

Ernesto. -(Exaltándose de nuevo.) Gran consuelo. Para eso no me hubieran enseñado a respetar tantas cosas. ¡Jamás perdonaré!... ¡Jamás!...

José Antonio. -Vuelve en ti, muchacho. Te creía más fuerte.

Ernesto. -Soy una hechura de ustedes. No puedo ser superior a las preocupaciones que me han inculcado. ¿Comprendes? No; han sido infames jugando de esta manera con mis destinos. ¡Infames! En plural. Porque si esa mujer fue culpable más lo fuiste tú, prestándote a ocultar la mentira de toda su vida.

José Antonio. -Cállate. Disimula.

Ernesto. -(Sentándose.) Quieren que sea fuerte, que sea fuerte. Demasiado lo soy conservando tanta calma.