El médico a palos/Acto III/Escena V

El médico a palos (1830)
de Molière
traducción de Leandro Fernández de Moratín
Acto III, Escena V.
ESCENA V.
DOÑA PAULA. ANDREA. GINÉS. (Salen por la puerta de
la izquierda.)
D. GERÓNIMO. BARTOLO. LEANDRO.
LUCAS.


BARTOLO.

Don Casimiro, púlsela usted, obsérvela bien, y luego hablaremos. D. GERÓNIMO. 185 ¿Con que en efecto es mozo de habilidad? ¿Eh? (Va Leandro, y habla en secreto con Doña Paula, haciendo que la pulsa. Andrea tercia en la conversacion. Quedan distan- tes á un lado Bartolo y Don Gerónimo, y á otro Gines y Lucas.) BARTOLO. No se ha conocido otro igual para emplastos, ungüentos, rosolis de perfecto amor y de leche de vieja, ceratos y julepes. ¿Por qué le parece á usted que le he hecho venir ? D. GERÓNIMO. Ya lo supongo. Cuando usted se vale de él, no, no será rana. BARTOLO. ¿Qué ha de ser rana? No señor, si es un hombre que se pierde de vista. DOÑA PAULA. Siempre, siempre seré tuya, Leandro. D. GERÓNIMO. ¿Qué? (Volviéndose hacia donde está su hija.) ¿Si será ilusion mia?.... ¿Ha hablado, Andrea? ANDREA.

Sí señor, tres ó cuatro palabras ha hablado.
D. GERÓNIMO.

¡Bendito sea Dios! ¡Hija mía! (Abraza á Doña Paula, y vuelve lleno de alegria hacia Bartolo, el cual se pasea lleno de satisfaccion.) ¡Médico admirable!

BARTOLO.

¡Y qué trabajo me ha costado curar la dichosa enfermedad! Aqui hubiera yo querido ver á toda la veterinaria junta y entera, á ver qué hacia.

D. GERÓNIMO.

Con que, Paulita, hija, ya puedes hablar, ¿es verdad? (Vuelve á hablar con su hija, y la trae de la mano.) Vaya, di alguna cosa.

GINÉS.

(Aparte á Lucas. Aqui me parece que hay gato encerrado..... ¿Eh?)

LUCAS.

Tú calla, y déjalo estar.

DOÑA PAULA.
Sí, padre mio, he recobrado el habla para decirle á usted que amo á Leandro, y que quiero casarme con él.
D. GERÓNIMO.

Pero si.....

DOÑA PAULA.

Nada puede cambiar mi resolucion.

D. GERÓNIMO.

Es que.....

DOÑA PAULA.

De nada servirá cuanto usted me diga. Yo quiero casarme con un hombre que me idolatra. Si usted me quiere bien, concédame su permiso sin excusas ni dilaciones.

D. GERÓNIMO.

Pero hija mia, el tal Leandro es un pobreton.....

DOÑA PAULA.

Dentro de poco será muy rico. Bien lo sabe usted. Y sobre todo, sarna con gusto no pica.

D. GERÓNIMO.

¡Pero qué borboton de palabras la ha venido de repente á la boca!.... Pues hija mia, no hay que cansarse. No será.

DOÑA PAULA.
Pues cuente usted con que ya no tiene hija, porque me moriré de la desesperacion.
P. GERÓNIMO.

¡Qué es lo que me pasa! (Moviéndose de un lado á otro, agitado y colérico. Doña Paula se retira hacia el foro, y habla con Leandro y Andrea.) Señor doctor, hágame usted el gusto de volvérmela á poner muda.

BARTOLO.

Eso no puede ser. Lo que yo haré solamente por servirle á usted, será ponerle sordo para que no la oiga.

D. GERÓNIMO.

Lo estimo infinito..... ¿Pero piensas tú, hija inobediente, que.....

(Encaminándose hacia Doña Paula. Bartolo le contiene.)

BARTOLO.

No hay que irritarse, que todo se echará á perder. Lo que importa es distraerla y divertirla. Déjela usted que vaya á coger un rato el aire por el jardín, y verá usted como poco á poco se la olvida ese demonio de Leandro..... Vaya usted á acompañarla, Don Casimiro, y cuide usted no pise alguna mala yerba.

LEANDRO.
Como usted mande, señor doctor. Vamos, señorita.
DOÑA PAULA.

Vamos enhorabuena.

D. GERÓNIMO.

Id vosotros tambien.

(A Lucas y Ginés, los cuales, con Doña Paula, Leandro y Andrea, se van por la puerta del foro.)