El médico a palos/Acto III/Escena II

El médico a palos (1830)
de Molière
traducción de Leandro Fernández de Moratín
Acto III, Escena II.
ESCENA II.
LEANDRO. (Sale por la puerta de la derecha,
recatándose.)
BARTOLO.


LEANDRO.

Señor doctor, yo vengo á implorar su auxilio de usted, y espero que.....

BARTOLO.

Veamos el pulso..... (Tomando el pulso, con gestos de displicencia.) Pues no me gusta nada..... ¿Y qué siente usted?

LEANDRO.
Pero si yo no vengo á que usted me cure: si yo no padezco ningún achaque.
BARTOLO.

(Con despego.) ¿Pues á qué diablos viene usted?

LEANDRO.

A decirle á usted, en dos palabras, que yo soy Leandro.

BARTOLO.

¿Y qué se me da á mí de que usted se llame Leandro ó Juan de las vinas?

(Alzando la voz. Leandro le habla en tono bajo y misterioso.)

LEANDRO.

Diré á usted. Yo estoy enamorado de Doña Paulita; ella me quiere, pero su padre no me permite que la vea..... Estoy desesperado y vengo á suplicarle á usted que me proporcione una ocasión, un pretexto para hablarla y.....

BARTOLO.

Que es decir en castellano que yo haga de alcahuete. (Irritado, y alzando mas la voz.) ¡Un médico! ¡Un hombre como yo!.... Quítese usted de ahí.

LEANDRO.

Señor.

BARTOLO.
¡Es mucha insolencia, caballerito!
LEANDRO.

Calle usted, señor, no grite usted.

BARTOLO.

Quiero gritar..... ¡Es usted un temerario!

LEANDRO.

Por Dios, señor doctor.

BARTOLO.

¿Yo alcahuete? Agradezca usted que..... (Se pasea inquieto.)

LEANDRO.

¡Válgame Dios qué hombre!.... Probemos á ver si.....

(Saca un bolsillo, y al volverse Bartolo se le pone en la mano: él le toma, le guarda, y bajando la voz habla confidencialmente con Leandro.)

BARTOLO.

¡Desvergüenza como ella!

LEANDRO.

Tome usted..... Y le pido perdon de mi atrevimiento.

BARTOLO.
Vamos, que no ha sido nada.
LEANDRO.

Confieso que erré, y que anduve un poco.....

BARTOLO.

¿Qué errar? ¡Un sugeto como usted! ¡Qué disparate! Vaya, con que.....

LEANDRO.

Pues señor, esa niña vive infeliz. Su padre no quiere casarla por no soltar el dote. Se ha fingido enferma: han venido varios médicos á visitarla, la han recetado cuantas pócimas hay en la botica; ella no toma ninguna, como es fácil de presumir, y por último hostigada de sus visitas, de sus consultas y de sus preguntas impertinentes, se ha hecho la muda, pero no lo está.

BARTOLO.

¿Con que todo ello es una farándula?

LEANDRO.

Sí señor.

BARTOLO.

¿El padre le conoce á usted?

LEANDRO.
No señor, personalmente no me conoce.
BARTOLO.

¿Y ella le quiere á usted? ¿Es cosa segura?

LEANDRO.

¡Oh! de eso estoy muy persuadido.

BARTOLO.

¿Y los criados?

LEANDRO.

Ginés no me conoce, porque hace muy poco tiempo que entró en la casa: Andrea está en el secreto: su marido, si no lo sabe, á lo menos lo sospecha y calla, y puedo contar con uno y con otro.

BARTOLO.

Pues bien, yo haré que hoy mismo quede usted casado con Doña Paulita.

LEANDRO.

¿De veras?

BARTOLO.

Cuando yo lo digo.....

LEANDRO.

¿Sería posible?

BARTOLO.

¿No le he dicho á usted que sí? Le casaré á usted con ella, con su padre, y con toda su parentela..... Yo diré que es usted..... boticario.

LEANDRO.

Pero si yo no entiendo palabra de esa facultad.

BARTOLO.

No le dé á usted cuidado, que lo mismo me sucede á mí. Tanta medicina sé yo como un perro de aguas.

LEANDRO.

¿Con que no es usted médico?

BARTOLO.

No por cierto. Ellos me han examinado de un modo particular; pero con examen y todo, la verdad es que no soy lo que dicen. Ahora lo que importa es que usted esté por ahí inmediato, que yo le llamaré á su tiempo.

LEANDRO.

Bien está, y espero que usted.

(Vase por la puerta de la derecha.)

BARTOLO.

Vaya usted con Dios.