El lenguaje de las peces

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El lenguaje de las peces.

En un convento de las márgenes del Ebro, mientras comian en su refectorio los padres de la Merced, en la parte baja del salón, y en el sitio que ocupaban media docena de alegres novicios, se levantó una algazara y un ruido, que vino á turbar la paz y el silencio con que solia la comunidad portarse en aquel acto.

Era el caso, que el plato principal de la comida se componía de peces fritos, y estos hablan sido distribuidos con tal orden, atendiendo á la gerarquía de los manducantes, que mientras al padre comendador se le habia puesto uno, que no cabia en el plato, á los pobres novicios, siempre siguiendo el orden descendente, se les hablan servido otros, que apenas se veían en él, ni con cristales de aumento.

Finada la comida y dadas gracias, el comendador, bajo pena de santa obediencia, mandó esplicar la causa del escándalo.

— Señor, dijo el mas despejado de los novicios; poseo el secreto de hacer hablar á los peces, aunque se hallen escabechados.

— ¡Dios sea con nosotros! esclamó la comunidad, haciéndose cruces.

— ¿Y qué hablaba V. con estos? preguntó el padre comendador.

— Les he pedido noticias de su vida, de sus costumbres, de sus diversiones ; he querido saber si tenian teatros, bailes, juegos, ciudades y conventos. Pero ¡ah, padre nuestro! nada he podido averiguar.

— ¿Cómo es eso?

— Nada te puedo decir de cuanto me preguntas, ha contestado el mayorcito de los mios, con acento quejumbroso y llorón; pregúntalo á nuestros abuelos y á nuestros bisabuelos, los que están en los platos de los padres graves, que ya estaban cansados de vivir y de crecer.

Pero yo, ¿qué puedo decirte, si apenas acabo de nacer?

El padre comendador quiso enojarse, y cuando fué á principiar su reprimenda, prorrumpió en una carcajada.