El desafío del diablo: 12
XI.
editarAl cabo de unos dias en la estancia
de la triste Beatriz, Carlos entró,
severo el gesto, pálido el semblante
y alegre el corazon.
Que aunque pesar, vigilia y sufrimiento
remeda con hipócrita exterior
recóndito placer mora en su alma,
colmando su traicion.
Con gesto frio, con desden altivo,
que muestra que le infunde solo horror,
y sin volver el rostro por no verle,
Beatriz le recibió.
Y él en pie en la mitad del aposento,
ella hundida en el cóncavo sillon,
entre el hermano y la infeliz hermana
tal plática cruzó.
DON CARLOS. | Ya ves que el tiempo se pasa, y dice el Doctor que ya |
BEATRIZ. | No disimules hermano lo que pretendes de mí, |
DON CARLOS. | En mí Beatriz! ¿qué razon?
|
BEATRIZ. | Deja esa humildad, que es vana para quien de esa ventana |
DON CARLOS. | ¡Qué dices!
|
BEATRIZ. | Lo cierto digo: ha de ser monja dijiste |
DON CARLOS. | ¿Lo oiste tú? |
BEATRIZ. | Sí, por ese postigo.
|
DON CARLOS. | Pues bien, ya no hay disimulo, pues lo oiste eso ha de ser; |
BEATRIZ. | Mucho me abrieron los ojos sus razones, y por eso |
DON CARLOS. | ¿Qué es lo que hablas, Beatriz?
|
BEATRIZ. | Joven y hermosa, á mi ver me figuro que he de ser |
DON CARLOS. | ¡Le amas! infame.
|
BEATRIZ. | Sí, le amo. Desque vi tu falsedad, |
DON CARLOS. | ¡Oh vil corazon de tierra, que consagrado al altar |
Y asi Carlos diciendo, unos papeles
á Beatriz atónita entregó
y al recibirlos su abrasada mano
tembló y su corazon.
Asaltóla fatal presentimiento,
y una ojeada veloz
echando á los papeles, la sentencia
del bandido leyó.
Preso en su fuga en ominosa carcel
fue sepultado y condenado en pos,
y en el dia siguiente ser debiia
puesto en manos del fiero ejecutor.
Los ojos á la fecha del impreso
la desolada Beatriz tendió,
y desplomóse en tierra sin sentido.
La fecha era tres dias anterior.