El desafío del diablo: 12

X
​Segunda parte de El desafío del diablo (leyenda tradicional, 1845)​ de José Zorrilla
XI
XII


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Al cabo de unos dias en la estancia
de la triste Beatriz, Carlos entró,
severo el gesto, pálido el semblante
y alegre el corazon.

Que aunque pesar, vigilia y sufrimiento
remeda con hipócrita exterior
recóndito placer mora en su alma,
colmando su traicion.

Con gesto frio, con desden altivo,
que muestra que le infunde solo horror,
y sin volver el rostro por no verle,
Beatriz le recibió.

Y él en pie en la mitad del aposento,
ella hundida en el cóncavo sillon,
entre el hermano y la infeliz hermana
tal plática cruzó.

DON CARLOS. Ya ves que el tiempo se pasa,

y dice el Doctor que ya
tu salud completa está.
¿Qué hacemos en esta casa?

BEATRIZ. No disimules hermano

lo que pretendes de mí,
que estoy hecha á ver en tí
mas que un amigo un tirano.

DON CARLOS. En mí Beatriz! ¿qué razon?


BEATRIZ. Deja esa humildad, que es vana

para quien de esa ventana
oyó una conversacion.

DON CARLOS. ¡Qué dices!


BEATRIZ. Lo cierto digo:

ha de ser monja dijiste
pese á quien pese.

DON CARLOS. ¿Lo oiste

tú?

BEATRIZ. Sí, por ese postigo.


DON CARLOS. Pues bien, ya no hay disimulo,

pues lo oiste eso ha de ser;
que tu no te has de oponer
al santo voto calculo.

BEATRIZ. Mucho me abrieron los ojos

sus razones, y por eso
que siento en mi te confieso
de no ir al convento antojos.

DON CARLOS. ¿Qué es lo que hablas, Beatriz?


BEATRIZ. Joven y hermosa, á mi ver

me figuro que he de ser
en el mundo mas feliz.
Justo es consagrarse á Dios
con un corazon leal,
pero se parte muy mal
un corazon entre dos.

DON CARLOS. ¡Le amas! infame.


BEATRIZ. Sí, le amo.

Desque vi tu falsedad,
de su amor mi voluntad
escuchó el dulce reclamo.
Terrible es la tentacion
y en mi resistir no cabe,
mas Dios es benigno, y sabe
que hizo flaco al corazon.
Un vértigo irresistible
mi mente débil trastorna,
y en otra mujer me torna
un talisman invisible.
Amparo en mi duelo imploro,
mas en alas del deseo
por todas partes le veo,
en todas partes le adoro.

DON CARLOS. ¡Oh vil corazon de tierra,

que consagrado al altar
no quieres impío ahogar
el amor que en ti se encierra!
¿Sabes que el convento es
tu fatalidad, tu sino?
es el único camino
que te se abre ante los pies.
Cuantos mundanales lazos
le interpongas ¡insensata!
ese poder los desata,
sí, los hace mil pedazos.
Corre, pues del mundo en pos,
mas mira, necia mujer,
como se muestra el poder
y la voluntad de Dios.



Y asi Carlos diciendo, unos papeles
á Beatriz atónita entregó
y al recibirlos su abrasada mano
tembló y su corazon.
Asaltóla fatal presentimiento,
y una ojeada veloz
echando á los papeles, la sentencia
del bandido leyó.

Preso en su fuga en ominosa carcel
fue sepultado y condenado en pos,
y en el dia siguiente ser debiia
puesto en manos del fiero ejecutor.





Los ojos á la fecha del impreso
la desolada Beatriz tendió,
y desplomóse en tierra sin sentido.
La fecha era tres dias anterior.