El desafío del diablo: 09

VII
Segunda parte de El desafío del diablo (leyenda tradicional, 1845)
de José Zorrilla
VIII
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Todo lo oyó Beatriz: todo lo sabe,
y en lágrimas deshecha
lo irrevocable de su mal sospecha,
concibe al fin lo que en su hermano cabe.
Ve su avaricia y la fatal venganza
que en Cesar tomará, su amor primero
no olvidando jamás, con la esperanza
de á su hermana perder y al bandolero.
Todo lo sabe, sí; que en noble cuna
arrullado el bandido,
de enemiga fortuna,
vejado y perseguido,
sus bienes y sus grados ha perdido,
sus virtudes tal vez una por una;
mas, ¡por Dios! que noble todavía
de una pasion purísima instigado
recuerda con honor que fue soldado,
recuerda su valor y su hidalguía;
y los medios buscando, á la carrera
volver intenta de la edad primera.
Él se batió animoso
por su Patria y su Rey; íntima, franca
conserva con un noble poderoso
ilesa su amistad, y esta le arranca
del deshonor en que olvidado vive
si admite sus propuestas,
y por viejo favor, favor recibe.
La larga cicatriz de la lanzada
por aquel recibida,
al noble impone obligación sagrada
de pagarle la vida con la vida;
y á su honor tornará y á su grandeza,
y las fieras hazañas
de que el héroe fuera en las montañas,
miradas á través de su nobleza,
y á través de su ingenio y del indulto,
ya no serán por crímenes tenidos
sino por hechos de jigante bulto;
y tornará al ejército siquiere,
y tornará á la Corte,
ó vivirá feliz si le pluguiere
en el lugar donde morar quisiere
con elegida y cándida consorte.

Asi pensaba á solas en su lecho
la hermosa Beatriz, y asi crecia
el escondido amor que está en su pecho
aumentando ó calmando su agonía.
Y las dulces palabras del bandido,
y de su voz el mágico sonido
y la bizarra y varonil figura
de aquel gallardo rey de la espesura,
y la grata memoria
de su varia y novelesca historia,
de sus fuegos antiguos y amoríos,
apuestas, desafios,
y otros lances mas serios
velados en recónditos misterios,
todo á su mente vivo se presenta,
y todo ello acrecienta
la oculta simpatía
que ya por él sentía
desde la noche que á la quinta vino
por los montes huyendo del destino.
Y todo esto que atiza
el fuego de un amor que aun no concibe,
el objetivo á sus ojos diviniza
que á su pesar en su memoria vive.
Y con su imagen sueña,
y en delirio amoroso
como espíritu errante y luminoso
la contempla vagar de peña en peña
un porvenir mintiéndola dichoso.
«Ven, la dice tendiéndola los brazos
el fantasma hechicero,
ven; las torpes cadenas haz pedazos
del tirano poder que te sujeta,
y en brazos del perdido bandolero
encontrarás la libertad completa.»
Y sueña que la toma
la amiga aparicion sobre sus alas,
y va de loma en loma,
y va de cumbre en cumbre
á la pálida lumbre
de luna vaporosa
viendo la creacion maravillosa;
y descubriendo en los hendidos cascos
de los rudos y altísimos peñascos
los frescos manantiales transparentes
que lanzan por las peñas sus vertientes,
y en los valles frondosos
tornados en arroyos cauladosos,
ó en fuentes cristalinas,
fecundan florecillas peregrinas
y espesas arboledas
de extendidos pinares y alamedas.
Y en medio del espacio la parece,
do el aire se refresca y se enrarece,
que alcanza de esmeraldas y topacios,
pagodas y palacios,
y las nubes con mágicos celajes
figuran sutilísimos encajes,
ejércitos de sombras caprichosas,
ya fieras ya graciosas,
que cruzan en diversos pelotones
del aire azul las cóncavas regiones.
Todo esto enamorada
sueña talvez, llevada
en brazos de la sombra que la hechiza,
de la bella vision que diviniza.
Mas, ¡ay! que allá á lo lejos
de un astro ensangrentado á los reflejos
en nubarron de cárdenos colores
preñado de vapores,
de su camino en la mitad se lanza
el pálido fantasma de su hermano,
y rompe sus delirios de esperanza
con enemiga é iracunda mano,
y agitada despierta
de la efectiva realidad incierta.
¡Ay triste… triste Beatriz que adora
un delirio no mas! cuantos dolores
te va á traer la venidera aurora
tras esos pensamientos seductores.
¡Ay pobre Beatriz! suspira y llora.

¿Qué hace entretanto Carlos?
¿sueña tambien exaltacion futura?
¿tendrá al fin que dejarlos
realizar sus amores, su ventura?
¿cederá del bandido
al genio emprendedor? ¿teme su enojo?
témelo, si; mas corazon torcido,
pérfida hipocresía
á oponer va á su arrojo,
y en su destreza y sus amaños fia.
Cerrado en su aposento,
cuando aun apenas amanece el dia,
en planta pone su traidor intento:
y á la sed de venganza que le agita
el corazon cobarde le palpita.
En sus labios que el miedo descolora
brilla sonrisa atroz; honda revelan
sus pardos ojos intencion traidora,
y las miradas de sus ojos hielan
dificilmente toma
la desigual respiracion, y el pecho
que corroe del crimen la carcoma,
presta al aire sutil ámbito estrecho.
Y le tiembla la mano
mientras guia la pluma
con que el intento que emprendió villano
en billete fatal traza y consuma.
Dos veces le leyó despues de escrito,
dos veces le dejó sobre la mesa,
hasta que halló que en el papel maldito
su voluntad con su diccion expresa.
Otra vez todavía
le repasó al cerrarle,
y á cada doble que al papel hacia
aun tornaba un momento á repasarle.
Cerró el billete al fin, púsole oblea,
y á un jayan despertando
que en cercano aposento está roncando
y en quien peligro no hay de que lo lea,
toma, le dijo: á Córdoba volando!
lleva á mi Padre ese papel al punto:
y cuenta con que abrevies el camino,
que si en horas no llega á su destino
y no logro mi afan eres difundo.
Partió el jayan, y decidido fuése
á obedecer sumiso,
mas que al jaco que monta harto le pese
el trotar cuesta abajo y por mal piso.
Desde la alta ventana á que se asoma
vióle Carlos doblar la enhiesta loma,
un «Dios con bien te lleve» murmurando
y un segundo billete comenzando.
Mas breve y mas conciso que el primero
fue aquel, y con mas prisa concluido,
aunque con mas cuidado conducido,
á manos del bizarro bandolero.
Un ladino mancebo, tosco y astuto,
largo en malicia si de porte bruto,
se encargó del mensaje,
preparando con tiento en su memoria
una fingida historia
del término y motivo de su viaje.
Cuyas dos cosas juntas,
carísimo lector, como que tienen
de misterio sus puntas,
al caso en este número no vienen,
y á mas siendo (á mi juicio) mas perfectos
los relatos y escritos
do las causas se ven por los efectos,
porque escusan prefacios infinitos.
Informarte prefiero, y que se me antoja
á vuelta de esta hoja
de lo que sucedió con los billetes,
y á ello es fuerza lector que te sujetes
aunque la relacion quede algo coja.