El contrato social (1819): Libro II - Capítulo VIII

El contrato social de Jean-Jacques Rousseau
Libro II - Capítulo VIII
C A P I T U L O V I I I.

Del Pueblo.

A como un Arquitecto para levantar un edificio observa y sondea el suelo para ver si puede sostener el peso, asi el sabio Institutor no comienza á formar buenas leyes sin examinar ántes si el Pueblo a quien las destina, es propio para soportarlas. Por esta razon rehusó Platon dar leyes á los Arcadios y á los Cirenios sabiendo que estos dos Puebles eran ricos, y no podían sufrir la igualdad. Por que Minos no habia disciplinado sino á un Pueblo cargado de vicios, se vieron en Creta buenas leyes y malos hombres.

Mil Naciones que han florecido en la Tierra, no hubieran podido jamas sufrir buenas leyes, y aun las que hubieran podido sufrir, no han tenido en toda su duracion mas que un tiempo muy limitado y corto para ello. Los Pueblos lo mismo que los hombres no son dóciles sino en su juventud y quando llegan á viejos, ya son incorregibles. Una vez establecidas las costumbres, y arraigadas las preocupaciones, es una empresa peligrosa y vana querer reformarlas. El Pueblo no puede aguantar que se toquen sus males ni aun para curarlos: es semejante á aquellos enfermos estúpidos que tiemblan al ver delante de sí á un Médico.

Pero así como algunas enfermedades trastornan la cabeza, y borran la memoria de lo pasado, así tambien se hallan en los Estados épocas violentas, donde las revoluciones producen en los Pueblos lo que ciertas crísis en los individuos, donde se olvida el horror de lo pasado, y donde el Estado abrasado por las guerras civiles renace, por decirlo así, de sus mismas cenizas, y vuelve á tomar el vigor de la Juventud saliendo de los brazos de la muerte. Tal fué Esparta en tiempo de Licurgo, tal Roma despues de tos Tarquinos, y tales han sido entre nosotros la Holanda y la Suiza despues de la expulsion de los Tiranos.

Mas estos sucesos son raros, y son excepciones cuya razon se halla siempre en la constitucion particular de un Estado exceptuado, y no podrian suceder dos veces en un mismo Pueblo; por que él no podra hacerse libre miéntras no dexe de ser bárbaro, y no dexará de serlo miéntras que no este en uso el resorte civil. Entónces las turbaciones pueden destruirle, sin que las revoluciones puedan restablecerle, y tan pronto como quebranta las cadenas, cae esparcido y no existe mas. Necesita de allí adelante un Señor, y no un Libertador. ¡Pueblos libres! acordaos de esta máxima: se puede adquirir la libertad; pero no se recobra jamas.

Hay para las Naciones como para los hombres un tiempo de madurez que es necesario esperar ántes de someterlas á las leyes; mas la madurez de un Pueblo no es siempre fácil de conocerse, y si se quiere adelantar, la obra queda imperfecta. Tal Pueblo es disciplinable en su fundacion, y otro no lo será sino hasta pasados diez siglos. Los Rusos no seran jamas demasiado cultos por que lo han sido sobrado pronto. Pedro tenia un genio imitador, pero estaba falto de aquel talento que crea y hace todo de la nada: no era tiempo de hacer algunas de las cosas buenas que él hizo. Vio que su Pueblo era bárbaro, y no se hizo cargo de que no estaba maduro para ser civilizado. Quiso hacerle civil quando era necesario aguerrirlo. Quiso hacer al instante Alemanes é Ingleses quando era preciso hacer Rusos. El ha impedido á sus vasallos que jamas lleguen á ser lo que podrían persuadiéndoles que eran lo que no son, semejante á este Preceptor frances que formó un discípulo para que brillase un momento en su infancia, y para nada fuese en adelante. El Imperio de Rusia querra soyuzgar la Europa, y sera soyuzgado él mismo. Los Tártaros sus vecinos vendrán á ser sus dueños y los nuestros. Esta revolucion me parece infalible: todos los Reyes de la Europa trabajan de concierto para acelerarla.