El cardenal Cisneros/V

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original. Publicado en la Revista de España.


V.


No ofrecía, sin embargo, esta vida de áridos negocios, y á veces de ocupaciones frívolas, grandes atractivos al espíritu austeramente místico de Cisneros. Quería retirarse á una vida de recogimiento y de oración. Quería apartarse del mundo y de sus ruidos. En vano sus amigos le combatían esta su vocación decidida. Lo único que consiguieron fué que dejase sus beneficios á su hermano Bernardino, mozo de natural inquieto y bullicioso, de quien esperaba que fuese freno la vida eclesiástica para evitar un borrón á la familia, y que, andando el tiempo, tantos disgustos había de darle, hasta intentar con él el crimen de Caín, desoyendo, no ya el reclamo de la gratitud, sino el grito de la naturaleza y de la sangre.

Habiendo renunciado á todas las prosperidades que le prometían la decidida protección y la absoluta confianza del Cardenal Mendoza, arreglados ya los que podríamos llamar asuntos de familia, de la que, muerto su padre, había quedado como cabeza y único arrimo, quiso entrar en la religión de San Francisco, cambiando su nombre de pila por el del fundador de la Orden. Fué el primer novicio que ingresó en el convento acabado de edificar en Toledo por Isabel y Fernando, llamado por eso desde entonces de San Juan de los Reyes, y su ejemplaridad sirvió como de estímulo, y si se nos permite la palabra, como de madre á todos los demás que después le fueron poblando. El año de su profesión se presentó como un modelo de obediencia y humildad, entregándose, cuando no á la oración, á las austeridades más rígidas; dé modo que, cuando llegó á profesar era tal su fama, que las personas más caracterizadas de Toledo de útio y otro sexo acudían á sú confesonario para entregarle la direccion de su conciencia.

Quiso huir también de esta popularidad, como la llamaríamos hoy, é instó á sus superiores para que lo destinaran á un lugar de absoluto recogimiento, consiguiendo que se le enviase á un pequeño convento, próximo á Toledo, que recibía su nombre de Nuestra Señora del Castañar del bosque de castaños en donde estaba situado. Allí, como después en el Convento de la Salceda, se entregó á toda clase de mortificaciones y austeridades. Dormía poco y sobre el duro suelo, con un pedazo de madera por almohada; ayunaba constantemente, comia yerbas cocidas, llevaba sobre sus carnes áspero cilicio, y se atormentaba de continuo con disciplinas. De dia y noche estaba en oración, meditando sobre los sagrados libros, la mente puesta en Dios, olvidado del mundo, en perpetuo éxtasis, imágen viva de los antiguos anacoretas, de tal manera, que como dice Prescott, si no es maravilla que en ese estado pudiera creerse en comunicación con los espíritus celestiales, éslo, sin embargo, y no pequeña, que no quedara para siempre desarreglado su entendimiento con estas acaloradas fantasías.

Cisneros, por fortuna, aunque años enteros estuvo entregado á esta vida de contemplación y de éxtasis, no perdió aquellas felices disposiciones con que Dios le dotara para gobernarse con los hombres, según las necesidades de la vida real. Los religiosos de la Salceda, con quienes últimamente vivia, nombráronle por unanimidad Guardian de su convento, cargo que quiso también rehusar y que aceptó por fin, por espíritu de obediencia. No con la autoridad, de que abusan cuando no la envilecen los indignos de poseerla para inspirar un respeto hipócrita ó un terror efectivo, sino con el ejemplo que es el que se insinúa más fuertemente en el corazón humano, y el que convierte en agradable virtud la obediencia, es como gobernó Cisneros á sus religiosos, sirviéndoles constantemente de consuelo y alivio, cuidando de todas las necesidades de su convento y, sin perder nada de su ardiente caridad y de su fervor religioso, suavizando con su dulzura las asperezas y las austeridades de sus compañeros. En los claustros como en el mundo, y entónces como siempre, no es lo comun que el que está en lo alto se reserve para sí el trabajo, la mortificacion, la virtud, la austeridad, y procure desahogo, bienestar y alivio á los que tiene por debajo. Gracias que el que está arriba no sea ejemplo de prevaricacion y escándalo, injuria y castigo de los que por fuerza han de obedecerle, ya que Dios ha hecho tan raros, y por eso tan estimados, hombres como Cisneros, que, bien Guardian de su convento, bien Guardian del Estado, es un modelo de virtud y un espejo de justicia.