El Angel de la Sombra
de Leopoldo Lugones
Capítulo XX
XX


Durante la comida y la sobremesa, estuvo como de costumbre, aunque tal vez un poco más callada. Y apenas salieron don Tristán y el doctor, ganó su habitación, muerta de sueño, según dijo.

Tía Marta la siguió con los ojos, pensativa. Pero el alba sorprendióla enteramente despierta ante su ventana. Las horas habíansele pasado sin sentirlas, y sin que pudiera, tampoco, recordar lo que pensó en su larga inmovilidad ante la noche profundizada por la sombra de la quinta, donde a ratos palpitaban, como soñando, vagorosos murmullos.

Salía de su ausencia en el seno de aquel insomnio, descansada cual si hubiera dormido; mas, también, con la certidumbre de que su vida acababa de recobrar una significación suprema.

La tenuidad verdosa del alba aclaraba su pureza con una frescura de ablución.