​El Angel de la Sombra​ de Leopoldo Lugones
Capítulo LVII

LVII


"Soy también uno que cayó por un ángel. Estoy aquí, en esta soledad del mundo, para empezar mi expiación. Ella consiste por ahora en un encargo. Debo hallar en estas comarcas dos hombres cuyos destino va a cumplirse en la eternidad, y usted es uno de ellos. El nombre de Juan Medina, que llevo, es un seudónimo de los que adoptan acá los árabes, dada la difícil pronunciación de los suyos. Mas, para usted, me llamo Ibrahim Asaf."

"No sé si cree usted en la vida futura. Yo podría darle la prueba real de su existencia. Pero sepa usted que su suerte estuvo unida ya una vez a la hermandad que me ha enviado. Algún día, quizá, hablaremos de eso, y usted oirá al menos una interesante narración del tiempo de las Cruzadas..."

"La duda que respecto a mí acaba de asaltarlo, es perfectamente justa. Yo podría, en efecto, ser un impostor; mas lo que voy a decirle comprobará mi desinterés."

"Grandes sucesos van a transformar el mundo. Entonces necesitaremos de usted".

"Pero antes de eso, el sacrificio de un ángel lo habrá salvado a las puertas de la muerte".

"Sólo cuando usted las haya pasado, le pediremos, libremente, la fidelidad."

"Como viviente de este lado de la vida, nada tenemos que pedirle, y sí mucho que ofrecerle".

"La decisión de estar o no con nosotros, la tomará usted cuando haya comprendido el secreto de la eternidad."

"Hasta entonces, me limitaré a poner estas palabras y lo que usted pueda ver y oír después, bajo la reserva que corresponde a un hombre de honor."

Suárez Vallejo se estremeció bruscamente. Soñaba?...

Un ansia infinita de recordar, de volver a ver algo que no podía definir, arrastrábalo al misterio.

En la tenuidad de humo fragante que llenaba la cerrada pieza, lucían con esplendor inmóvil los ojos verdes de Ibrahim.