El Angel de la Sombra
de Leopoldo Lugones
Capítulo LII

LII


Fué a despedirse del viejo, no bien regresó del ministerio con sus pasajes.

Hallólo más abatido por el disgusto de su situación que por su dolencia; y para evitar una negativa o la aflicción de una escena de miseria y gratitud, atribuyó a la patrona la concesión de un crédito hasta aquella jubilación en moroso trámite. El se encargaría de esto a su vuelta; y mientras tanto, podía ir ocupando a Cárdenas.

Animado por aquella cordialidad, el enfermo venció sus escrúpulos, hasta advertirle que le encargaría la colocación entre sus relaciones de ciertos libros antiguos y valiosos cuya remisión iba a pedir a Carcasona, su ciudad natal, y que esperaba recibir cuando él regresara. Eran todo su patrimonio, del que nunca había querido deshacerse; pero la vida parecía empeñarse en disponer otra cosa.

Suárez Vallejo le estrechó la mano, conmovido por su sencilla dignidad.