Don Álvaro o La fuerza del sino/Jornada cuarta
Jornada cuarta
La escena es en Veletri
El teatro representa una sala corta, de alojamiento militar
DON ÁLVARO y DON CARLOS
D. CARLOS | Hoy que vuestra cuarentena dichosamente cumplís, ¿de salud cómo os sentís? |
D. ÁLVARO | Estoy como si tal cosa; nunca tuve más salud, |
D. CARLOS | En extremo interesante me era la vida salvaros. |
D. ÁLVARO | ¿Y con qué, amigo, pagaros podré interés semejante? |
D. CARLOS | ¿Y estáis tan repuesto y fuerte, que sin ventaja pudiera |
D. ÁLVARO | Estoy, amigo, de suerte, que en casa del coronel |
D. CARLOS | ¿De veras? |
D. ÁLVARO | ¿Os enojáis porque ayer no os dije acaso |
D. CARLOS | ¿Conque ya no os duele nada, ni hay asomo de flaqueza |
D. ÁLVARO | No... Pero parece que algo amigo, os atormenta, |
D. CARLOS | ¡Al contrario!... Al veros bueno, capaz de entrar en acción, |
D. ÁLVARO | ¿Queréis pruebas? |
D. CARLOS | (Con vehemencia.) Las deseo. |
D. ÁLVARO | A la descubierta vamos de mañana, y enredamos |
D. CARLOS | La prueba se puede hacer, pues que estáis fuerte, sin ir |
D. ÁLVARO | No os entiendo (Confuso.) |
D. CARLOS | ¿No tendréis, sin ir a los imperiales, |
D. ÁLVARO | ¿A quién le faltan? -Mas no lo que me decís comprendo. |
D. CARLOS | Os lo está a voces diciendo más la conciencia que yo. |
D. ÁLVARO | (Fuera de sí.) ¡Ah traidor!... ¡Ah fementido violaste infame un secreto, |
D. CARLOS | ¿Qué osáis pensar?... Respeté vuestros papeles sellados, |
D. ÁLVARO | No sé temblar... Sorprendido, sí, me tenéis... |
D. CARLOS | No lo extraño. |
D. ÁLVARO | ¿Y usurpar con un engaño mi amistad, honrado ha sido? |
D. CARLOS | De esta suerte no me permito |
D. ÁLVARO | Aconteceros pudiera sin el título morir. |
D. CARLOS | Vamos pronto a combatir, quedemos o dentro o fuera. |
D. ÁLVARO | Vamos, pues, señor don Carlos, que si nunca fue a buscarlos, |
D. CARLOS | Es perder tiempo toda explicación. |
D. ÁLVARO | No os neguéis a la razón, que suele funesto ser. |
D. CARLOS | ¿Y me osáis recordar? |
D. ÁLVARO | ¿Teméis que vuestro valor se disminuya y se asombre, |
D. CARLOS | ¡Nobleza un aventurero! ¡Honor un desconocido! |
D. ÁLVARO | ¡Ay, que ese error a la muerte, por más que lo evite yo, |
D. CARLOS | Guardadlo, no soy curioso. Que sólo anhelo venganza, |
D. ÁLVARO | ¿Sangre?... La habrá. |
D. CARLOS | Salgamos al campo ya. |
D. ÁLVARO | Salgamos sin más tardanza. (Deteniéndose.) |
D. CARLOS | (Turbado.) ¿Pues qué?... ¿Mi hermana?... ¿Leonor?... |
D. ÁLVARO | Aquella noche terrible llevándola yo a un convento, |
D. CARLOS | (Resuelto.) Basta, imprudente impostor; ¿y os precias de caballero?... |
D. ÁLVARO | (Muy conmovido.) ¡Don Carlos!... ¡Señor!... ¡Amigo! |
D. CARLOS | Vive; ¿y qué os importa a vos? muy pronto no vivirá. |
D. ÁLVARO | Don Félix, mi amigo; sí. Pues que vive vuestra hermana |
D. CARLOS | ¿Estáis, don Álvaro, loco? ¿Qué es lo que pensar osáis? |
D. ÁLVARO | Callad. Callad... ¿delante de mí |
D. CARLOS | Lo juro, sí; lo juro... |
D. ÁLVARO | ¿El qué?... Continuad. |
D. CARLOS | La muerte de la malvada, en cuanto acabe con vos. |
D. ÁLVARO | Pues no será, vive Dios, que tengo brazo y espada. |
D. CARLOS | A vuestra tumba venid. |
D. ÁLVARO | Demandad perdón al cielo. |
El teatro representa la plaza principal de Veletri; a un lado y otro se ven tiendas y cafés; en medio, puestos de frutas y verduras; al fondo, la guardia del principal, y el centinela paseándose delante del armero; los oficiales en grupos a una parte y otra, y la gente del pueblo cruzando en todas direcciones. EL TENIENTE, EL SUBTENIENTE y PEDRAZA se reunirán a un lado de la escena, mientras los OFICIALES 1.º, 2.º, 3.º y 4.º hablan entre sí, después de leer un edicto que está fijado en una esquina, y que llama la atención de todos
OFICIAL 1º | El rey Carlos de Nápoles no se chancea: pena de muerte nada menos. |
OFICIAL 2º | ¿Cómo pena de muerte? |
OFICIAL 3º | Hablamos de la ley que se acaba de publicar, y que allí está para que nadie la ignore, sobre desafíos. |
OFICIAL 2º | Ya, ciertamente es un poco dura. |
OFICIAL 3º | Yo no sé cómo un rey tan valiente y tan joven puede ser tan severo contra los lances de honor. |
OFICIAL 1º | Amigo, es que cada uno arrima el ascua a su sardina, y como siempre los desafíos suelen ser entre españoles y napolitanos, y éstos llevan lo peor, el rey que al cabo es rey de Nápoles... |
OFICIAL 2º | No, esas son fanfarronadas; pues hasta ahora no han llevado siempre lo peor los napolitanos; acordaos del mayor Cariciolo, que despabiló a dos oficiales. |
TODOS | Eso fue una casualidad. |
OFICIAL 1º | Lo cierto es que la ley es dura; pena de muerte por batirse, pena de muerte por ser padrino, pena de muerte por llevar cartas; qué sé yo. Pues el primero que caiga... |
OFICIAL 2º | No, no es tan rigurosa. |
OFICIAL 1º | ¿Cómo no? Vean ustedes. Leamos otra vez. (Se acercan a leer el edicto y se adelantan en la escena los otros.) |
SUBTENIENTE | ¡Hermoso día! |
TENIENTE | Hermosísimo. Pero pica mucho el sol. |
PEDRAZA | Buen tiempo para hacer la guerra. |
TENIENTE | Mejor es para los heridos convalecientes. Yo me siento hoy enteramente bueno de mi brazo. |
SUBTENIENTE | También parece que el valiente capitán de granaderos del rey está enteramente restablecido. ¡Bien pronto se ha curado! |
PEDRAZA | ¿Se ha dado ya de alta? |
TENIENTE | Sí, esta mañana. Está como si tal cosa. Un poco pálido pero fuerte. Hace un rato que lo encontré; iba como hacia la Alameda a dar un paseo con su amigote el ayudante don Félix de Avendaña. |
SUBTENIENTE | Bien puede estarle agradecido; pues además de haberlo sacado del campo de batalla, le ha salvado la vida con su prolija y esmerada asistencia. |
TENIENTE | También puede dar gracias a la habilidad del doctor Pérez, que se ha acreditado de ser el mejor cirujano del ejército. |
SUBTENIENTE | Y no lo perderá; pues según dicen, el ayudante, que es muy rico y generoso, le va a hacer un gran regalo. |
PEDRAZA | Bien puede; pues según me ha dicho un sargento de mi compañía, andaluz, el tal don Félix está aquí con nombre supuesto, y es un marqués riquísimo de Sevilla. |
TODOS | ¿De veras? (Se oye ruido; se arremolinan todos mirando hacia el mismo lado) |
TENIENTE | ¡Hola! ¿Qué alboroto es aquél? |
SUBTENIENTE | Veamos... Sin duda algún preso. Pero, ¡Dios mío! ¿Qué veo? |
PEDRAZA | ¿Qué es aquello? |
TENIENTE | ¿Estoy soñando?... ¿No es el capitán de granaderos del rey el que traen preso? |
TODOS | No hay duda, es el valiente don Fadrique. (Se agrupan todos sobre el primer bastidor de la derecha, por donde sale el capitán preboste y cuatro granaderos, y en medio de ellos preso sin espada ni sombrero don Álvaro; y atravesando la escena, seguidos por la multitud, entran en el cuerpo de guardia que está al fondo; mientras tanto, se desembaraza el teatro. (Todos vuelven a la escena, menos Pedraza, que entra en el cuerpo de guardia). |
TENIENTE | Pero, señor, ¿qué será esto? ¿Preso el militar más valiente, más exacto que tiene el ejército? |
SUBTENIENTE | Ciertamente es cosa muy rara. |
TENIENTE | Vamos a averiguar... |
SUBTENIENTE | Ya viene aquí Pedraza, que sale del cuerpo de guardia, y sabrá algo. Hola, Pedraza, ¿qué ha sido? |
PEDRAZA | (Señalando al edicto, y se reúne más gente a los cuatro oficiales.) Muy mala causa tiene. Desafío... El primero que quebranta la ley: desafío y muerte. |
TODOS | ¡Cómo! ¿Y con quién? |
PEDRAZA | ¡Caso extrañísimo! El desafío ha sido con el teniente coronel Avendaña. |
TODOS | ¡Imposible!... ¡Con su amigo! |
PEDRAZA | Muerto le deja de una estocada detrás del cuartel. |
TODOS | ¡Muerto! |
PEDRAZA | Muerto. |
OFICIAL 1º | Me alegro, que era un botarate. |
OFICIAL 2º | Un insultante. |
TENIENTE | ¡Pues señores, la ha hecho buena! Mucho me temo que va a estrenar aquella ley. |
TODOS | ¡Qué horror! |
SUBTENIENTE | Será una atrocidad. Debe haber alguna excepción a favor de oficial tan valiente y benemérito. |
PEDRAZA | Sí, ya está fresco. |
TENIENTE | El capitán Herreros es con razón el ídolo del ejército. Y yo creo, que el general y el coronel, y los jefes todos, tanto españoles como napolitanos, hablarán al rey... y tal vez... |
SUBTENIENTE | El rey Carlos es tan testarudo... y como este es el primer caso que ocurre, el mismo día que se ha publicado la ley... No hay esperanza; ¡esta noche misma se juntará el consejo de guerra, y antes de tres días le arcabucean!... Pero, ¿sobre qué habrá sido el lance? |
PEDRAZA | Yo no sé, nada me han dicho. Lo que es el capitán tiene malas pulgas, y su amigote era un poco caliente de lengua. |
OFICIALES 1ºy4º | Era un charlatán, un fanfarrón. |
SUBTENIENTE | En el café han entrado algunos oficiales del regimiento del rey, sabrán sin duda todo el lance; vamos a hablar con ellos. |
TODOS | Sí, vamos. |
El teatro representa el cuarto de un oficial de guardia; se verá a un lado el tabladillo y el colchón, y en medio habrá una mesa y sillas de paja. Entran en la escena
DON ÁLVARO y EL CAPITÁN
CAPITÁN | Como la mayor desgracia juzgo, amigo y compañero, |
D. ÁLVARO | Yo os agradezco, señor, tal cortesanía. |
CAPITÁN | En Veletri ciertamente no se habla de otra materia. |
D. ÁLVARO | Y bien, ¿qué dicen, qué piensan? |
CAPITÁN | La amistad íntima todos, que os enlazaba, recuerdan, |
D. ÁLVARO | Entiendo. Que soy un monstruo, una fiera. |
CAPITÁN | Perdonadme si con mis noticias necias... |
D. ÁLVARO | Yo lo amaba... ¡Ah cuál me aprieta el corazón una mano |
CAPITÁN | Anuló sin duda tales servicios con un agravio. |
D. ÁLVARO | No, amigo; cuanto de él se diga es falso. |
CAPITÁN | Calmaos, señor don Fadrique: aún no estáis del todo bueno |
D. ÁLVARO | ¿Por qué no quedé en el campo de batallla como bueno? |
CAPITÁN | ¿Qué decís?... No hemos llegado, señor, a tan duro extremo; |
D. ÁLVARO | No, no hay ninguna. Soy homicida, soy reo. |
CAPITÁN | Mas según tengo entendido (ahora de mi regimiento |
D. ÁLVARO | (Conmovido.) ¿De veras? Con el alma lo agradezco, |
LOS MISMOS y EL SARGENTO
SARGENTO | Mi capitán... |
CAPITÁN | ¿Qué se ofrece? |
SARGENTO | El mayor... |
CAPITÁN | Voy al momento. (Vase.)
|
D. ÁLVARO | ¡Leonor! ¡Leonor! Si existes, desdichada, ¡oh qué golpe te espera, |
DON ÁLVARO, EL CAPITÁN
CAPITÁN | Hola, amigo y compañero... |
D. ÁLVARO | ¿Vais a darme alguna nueva? ¿Para cuándo convocado |
CAPITÁN | Dicen que esta noche misma debe reunirse a gran prisa... |
D. ÁLVARO | Es un valiente soldado, es un gran rey. |
CAPITÁN | Mas pudiera no ser tan tenaz y duro. |
D. ÁLVARO | En los reyes la debilidad es mengua. |
CAPITÁN | Los jefes y generales que hoy en Veletri se encuentran |
D. ÁLVARO | Según la ley. No hay remedio, injusta otra cosa fuera. |
CAPITÁN | ¡Pero qué pena tan dura, tan extraña, tan violenta!... |
D. ÁLVARO | La muerte. Como cristiano la sufriré: no me aterra. |
CAPITÁN | No será acaso... aún veremos... puede que se arme una gresca |
D. ÁLVARO | Basta ¿qué decís? ¿Tal piensa quien de militar blasona? |
CAPITÁN | La ley es atroz, horrenda. |
D. ÁLVARO | Yo la tengo por muy justa; forzoso remediar era |
CAPITÁN | ¿Qué? |
D. ÁLVARO | ¿Escuchasteis? |
CAPITÁN | El desorden ya comienza. |
(Se oye gran ruido; tiros, confusión y
cañonazos, que van en aumento hasta el fin del acto.)
LOS MISMOS y EL SARGENTO, que entra muy presuroso
SARGENTO | ¡Los alemanes! Los enemigos están en Veletri. ¡Estamos sorprendidos! |
VOCES DENTRO | ¡A las armas! ¡A las armas! (Sale el oficial un instante, se aumenta el ruido, y vuelve con la espada desnuda). |
CAPITÁN | Don Fadrique, escapad: no puedo guardar más vuestra persona; andan los nuestros y los imperiales mezclados por las calles; arde el palacio del rey; hay una confusión espantosa; tomad vuestro partido. Vamos, hijos, a abrirnos paso como valientes, o a morir como españoles. |
D. ÁLVARO | Denme una espada, volaré a la muerte: y si es vivir mi suerte, |
FIN DE LA JORNADA CUARTA