Diego de Alava y Beaumont (Retrato)
DON DIEGO DE ALAVA Y BEAUMONT.
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Son tan pocas las noticias que nos quedan de este escritor militar, que casi todas se reducen á las que escasamente se rastren en su libro del Perfecto Capitán, sola obra que escribió, y con la cual se ha granjeado un nombre muy distinguido entre los militares científicos. Nació en 1557, y es probable que fuese en Vitoria, de donde era su padre D. Francisco de Álava, y donde se conserva todavía su familia. Don Nicolás Antonio le califica de cántabro en su Biblioteca, para dar á entender que habia nacido allí, ó que pertenecía á aquellas provincias por su sangre. Don Francisco fue Capitán general de Artillería, del Consejo de Estado y Guerra, Presidente del de Ordenes, Embajador de Felipe II en Francia, y Comendador de Calatrava. Destinó al principio á su hijo á las letras, y se las hizo aprender en las mejores escuelas y con los maestros mas hábiles: la lengua latina y la retórica en Alcalá, con Ambrosio de Morales, la erudición griega y romana en Salamanca, con el Brocense, y el derecho canónico y civil con los catedráticos mas señalados en aquella Universidad;, entonces tan floreciente. En todo sobresalía por su vivo ingenio y ardiente aplicación: pero acostumbrado desde sus mas tiernos años á no oír en su casa mas conversaciones que las de armas, de guerra y de artillería, su inclinación le llevaba con preferencia al estudio científico del arte militar. Y considerando á las Matemáticas como base principal de su propósito, dedicóse á ellas con el mas laudable ahinco, bajo la dirección del insigne Valenciano Gerónimo Muñoz, que después de haber admirado á Italia como profesor de hebreo, enseñaba en Salamanca las ciencias exactas con el crédito y aceptación de un profundísimo geómetra. De él las aprendió nuestro Álava, y tan ventajosamente las supo poseer y aprovechar, que antes de cumplir los treinta y tres años, ya tenia escrito y puesto para darse á luz aquel libro, tan lleno de erudicion y de noticias, tan excelente en miras y consejos militares, y sobre todo tan nuevo en la parte relativa á la Artillería, que con razón podia llamarla nueva ciencia entre nosotros, puesto que ningún español hasta él la había elevado al grado de tal.
El Perfecto Capitán está dividido en seis libros: en los dos primeros trata el amor de las virtudes que deben adornar á un General, del modo de conducir un sitio, hacer una defensa, dar una batalla, emprender una retirada y otros puntos esenciales á la Táctica, ilustrándolos con ejemplos de la historia griega y romana con las observaciones de los maestros del arte militar Xenofonte y Cesar, y con los preceptos de Vegecio; todo en una dicción clara y pura, y con un estilo siempre noble y natural, á veces elegante y animado, dotes todas que hacen este libro digno precursor de los que despues escribieron Folard, Santa Cruz y demás modernos autores militares.
Pero la parte mas esmerada y sobresaliente de la obra son los cuatro libros destinados á la Artillería: en ellos se trata menudamente de las fundiciones de las piezas, de las municiones necesarias para su servicio, del planisferio y demás instrumentos matemáticos para dar alcance y seguridad á los tiros: se exponen, examinan y corrigen las doctrinas que sobre estos mismos objetos habían dado otros escritores anteriores, con especialidad las del célebre matemático Nicolás Tartaglia; todo con una claridad, una exactitud y un método, que se hacen estimar sobre manera de los inteligentes, aun ahora en que han llegado á tanta altura todos los conocimientos fisico-matemáticos, que concurren á formar este ramo del arte militar.
Eran sabidos del público los estudios de nuestro escritor y las materias en que se ejercitaba: y como no era soldado de profesión, ya la censura y la malevolencia le atacaban por esta parte, y le argüian de presunción y de ignorancia en un estudio ageno de la carrera que habia seguido. Llegaban á decir también que cuanto había en su obra respectivo á Artillería estaba sacado de los borradores que le había dejado su padre, y que por tanto el hijo no tenía mérito ninguno en ello, dado caso que hubiese alguno en su doctrina. Temía pues Álava, y no sin razón, que la publicación de su libro le iba á hacer la fábula del mundo, desacreditándole como estudiante, y no ganando reputación ninguna entre los militares. Pero al fin apoyado en su propia fuerza y en las exhortaciones de sus amigos, principalmente en las del Brocense, dió á luz su obra en Madrid en 1590, que fue recibida con el respeto y aplauso que á su mérito se debía, y desde entonces hasta ahora ha sido considerada como una de las joyas mas estimables de nuestra biblioteca militar.
Don Diego de Alava fue Gentilhombre de Cámara de Felipe II: se ignora el año en que falleció, y solo se sabe que está enterrado en la Iglesia de S. Benito el Real de Vailadolid, donde se ve su sepulcro cubierto con una pizarra, en que estan grabadas sus armas.