Escena IV

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PAQUITA, DON ANSELMO, DON NICOMEDES, ADELINA y VISITACIÓN, en este mismo orden.


VISITACIÓN.-No está bien lo que haces. Debes someterte sin protestar a lo que hemos resuelto.

ADELINA.-Si yo...

VISITACIÓN.-Sin alardes de desesperación...

ADELINA.-Pero, señora...

VISITACIÓN.-Con docilidad, con juicio. ¡Vaya con la niña! Que me has dado un rato delante de don Prudencio... Gracias a que él es la prudencia misma, y se fue.

NICOMEDES.-Y, además, no te separas para siempre de nosotros.

ADELINA.-¿Verdad que no?

NICOMEDES.-Dentro de cuatro o seis años, ya veremos.

ADELINA.-¡Ay Jesús mío! ¿Qué dice usted? Entonces es para siempre..., ¡para siempre! (Rompe a llorar.)

VISITACIÓN.-Adela, Adela... ¡Mira que me enfado!... (A DON ANSELMO.) Pero ¿ves qué falta de resignación?

ANSELMO.-Lo que veo es que no quiero ver estas cosas... Ven, Paquita. (Se levantan DON ANSELMO y PAQUITA y se preparan para salir.)

NICOMEDES.-¿Os vais?...

ANSELMO.-Sí... Tenemos que escribir unas cartas... ¿Verdad, Paquita?

PAQUITA.-Seguramente.

NICOMEDES.-(Levantándose.) Pues, aguarda... Ahora que tú lo dices.... recuerdo que yo también tengo que despachar mi correspondencia. (A ADELINA.) Vamos, picaruela; tengamos juicio... Luego saldremos todos a despedirte; ya lo creo, todos; pues no faltaba más. Conque no llores..., no hay motivo.... ¡qué diablo! Nadie se muere... Adiós, querida. (DON ANSELMO, PAQUITA y DON NICOMEDES se dirigen juntos a la puerta de la derecha.)

PAQUITA.-¡Pobre Adelina!...

NICOMEDES.-Hija, es preciso.

ANSELMO.-Es preciso..., pero es mucha crueldad.