De mala raza de José de Echegaray


Escena III editar

Dichos y ADELINA, por el fondo.


VISITACIÓN.-Ven aquí, hija mía. (Con mucho cariño.)

ADELINA.-¿Me llamaban ustedes? (Con timidez.)

VISITACIÓN.-Sí, querida; ven, acércate.

ADELINA.-Buenas tardes, don Prudencio.

PRUDENCIO.-Muy buenas, Adela.

NICOMEDES.-Siéntate aquí, a nuestro lado.

VISITACIÓN.-Entre los dos. (ADELINA se sienta entre DON NICOMEDES y VISITACIÓN.) ¡Qué cara tan risueña traes! ¡Tan animada! ¡Tus mejillas son dos rosas!

ADELINA.-Estaba en el jardín.... y el calor...

VISITACIÓN.-¿Te paseabas?

ADELINA.-Sí, señora.

VISITACIÓN.-¿Solita, como siempre? ¿Meditando? ¿Allá con tus fantasías?

ADELINA.-No, señora.

VISITACIÓN.-¿No meditabas?

ADELINA.-¡Yo! ¿En qué había de meditar? (Algo asustada.)

NICOMEDES.-No te apures; si no te vamos a reñirte.

ADELINA.-¡El jardín estaba tan hermoso!

NICOMEDES.-¿Te gusta la soledad?

ADELINA.-A veces..., sí..., mucho. Pero también me gusta estar con ustedes, que son tan buenos para mí. (A DON NICOMEDES y VISITACIÓN.)

VISITACIÓN.-¿Lo estás oyendo, Anselmo? ¡Que tan buenos somos para ella!

ANSELMO.-Sigue, sigue, que ya veo que tienes buen pulso para cirujano.

VISITACIÓN.-Es decir, ¿que estabas a tus solas en el jardín?

ADELINA.-No; sola, no.

VISITACIÓN.-Pues ¿con quién, hija mía? (Pausa.) Responde, hija; no seas tan encogida.

ADELINA.-Con Carlos.

ANSELMO.-¿Eh? ¿Con mi hijo?

ADELINA.-Sí, señor. Bajé sin saber que iba a encontrarle..., pero le encontré..., y luego paseamos juntos..., como otras veces.

ANSELMO.-(Aparte.) ¡Diablo!

VISITACIÓN.-Oye, hermano, ¿quieres tú explicarle el asunto...? Porque yo..., la verdad, me da mucha pena. (Con cierta sorna en la primera parte.)

ANSELMO.-¿Yo?... ¡Bah!.. Eso es cuenta tuya.

ADELINA.-(Muy alarmada.) ¡No comprendo! ¿Ocurre algo?... ¿Quizá una desgracia?...

VISITACIÓN.-No, por cierto. ¿Desgracia? Ninguna.

ADELINA.-Hablan ustedes de penas..., y yo..., la verdad..., creí...

VISITACIÓN.-Penas, sí. Tenemos mucha pena. Vamos Paquita, explícale tú... Ella te quiere mucho.... y en tus labios, la vez de la razón... ¿No es verdad, don Prudencio?

PRUDENCIO.-Ciertamente, la voz de la razón... ¡Gran voz!

ADELINA.-¡Ay Dios mío! ¡Algo ocurre! ¡Me miran ustedes de un modo! ¡Vamos, Paquita, la verdad!

PAQUITA.-Pero yo.... ¿cómo he de decirle? Mira, Adelina, yo siento muchísimo separarme de ti.

ADELINA.-(Sin poder contenerse.) ¡Ah!... ¡Se va usted!... ¿Y don Anselmo también,? ¿Y también Carlos?

VISITACIÓN.-(Con malicia.) ¡Anda, anda! Ya se fueron aquellas rosas que trajiste. Al jardín se han vuelto.

NICOMEDES.-(Aparte.) A buscar a Carlos.

VISITACIÓN.-Sí, Paquita y Anselmo nos dejan; pero se queda su hijo.

ADELINA.-(Sonriendo; ya le pasó la tristeza.) ¡Ah!... Conque ustedes... ¡Tan pronto!

PAQUITA.-Dentro de tres o cuatro días.

PRUDENCIO.-Más rápida es, o, mejor dicho, más próxima está mi marcha, querida Adelina.

ADELINA.-(Con toda la indiferencia que permite la cortesía.) ¿Sí?

PRUDENCIO.-Yo parto ahora mismo.

ADELINA.-(Como antes.) Ya... Cuánto lo siento... Pues nada, don Prudencio... Feliz viaje. VISITACIÓN.-No, Adelina; de don Prudencio es inútil que te despidas.

ADELINA.-¿Por qué?... ¿Pues no dice que ahora mismo?

VISITACIÓN.-Sí..., pero tú...

NICOMEDES.-Tú, hija mía...

ADELINA.-¿Qué?

VISITACIÓN.-Tú.... ¿sabes, monina?... Tú acompañas a don Prudencio.

ADELINA.-(Sin comprender todavía.) ¿Hasta dónde?

VISITACIÓN.-Hasta que encontréis a Juana, a quien ya hemos anunciado tu viaje.

ADELINA.-(Muy acongojada.) Pero ¿cómo?... ¿Voy a separarme de ustedes?... ¿Y ahora?... Dios mío, ¿por qué?

VISITACIÓN.-(Con severidad.) Vamos, vamos... Una niña bien educada no pregunta ni a sus padres ni a sus bienhechores los motivos que tengan para resolver en este o en aquel sentido. ¡Vaya!

NICOMEDES.-(Con cierta dureza.) Se trata de tu bien, de tu porvenir; en fin, lo hemos resuelto.

ADELINA.-¡Ay madre mía!... Ya lo veo claramente: están ustedes enfadados conmigo... Pero ¿qué hice?... ¡Yo no sé!... ¡Yo no adivino!...

VISITACIÓN.-(Aparte, a ADELINA, con severidad.) Mira que hay gente extraña; modérate.

PRUDENCIO.-(A parte, a DON ANSELMO.) Estas escenas de familia hay que abandonarlas a sí mismas, ¿eh? (En voz alta.) Pues yo..., si ustedes me lo permiten, voy a despedirme de Carlos. Entre tanto..., ustedes resuelven.

VISITACIÓN.-Sí, vaya usted. En el jardín ha dicho Adelina que estaba.

PRUDENCIO.-Unos instantes no más..., y al punto soy de ustedes... (Aparte.) ¡Oh, esta niña..., esta niña!