Correo de Comercio: 19 de mayo de 1810/5

Correo de Comercio

Número 12

Del Sábado 19 de mayo de 1810

OBSERVACIONES HECHAS en los mordidos por perros rabiosos en el Hospital general de la Residencia de esta Ciudad. editar


I.

Juan Francisco Ramírez, natural de la Cañada de Gaite, de estado viudo, de 40 años de edad, temperamento sanguíneo, fué conducido á este Hospital el día 18 de Febrero próximo pasado á las tres de la tarde; con mucho trabajo se le colocó en la cama, á causa del delirio furioso que lo agitaba, mordiase los labios, escupía mucho, y amenazaba á quantos lo rodeaban. Un feliz paréntesis me dió lugar á acercarme y preguntarle sus dolencias: observé sus ojos encendidos, la vista baxa y espantosa, pálido el semblante, el pulso contraído, y débil, mucha inquietud, y unos profundos y freqüentes suspiros. Sentía mucha incomodidad en la garganta, en términos de no poder tragar la saliva; se le hizo traer un poco de agua, pero no fue posible dársela, porque al ver el vaso, se alteró y afligió tanto, que fué preciso desistir de la empresa. Quejábase al mismo tiempo de una opresión dolorosa sobre el corazón, estómago, y partes inmediatas; de una tristeza suma, asegurándome, que eran tan vehemente los dolores, que á veces lo ponían frenético, pero que quando estos remitían, cobraba su razón, disfrutando una momentánea calma. Preguntéle, si sospechaba de donde procedían sus padecimientos, y me contestó que ignoraba la causa; entonces con el mayor disimulo le dixe, si había sido herido ó mordido, por algún animal, á que respondió, que había mes y medio poco mas ó menos que le había mordido un perro en la palma de la mano derecha, y que por haber mordido el mismo perro á otro hombre en la ropa, lo mataron, pero que con el remedio usado otras veces había curado la herida, y que él no quería remedio para la mordedura (ya cicatrizada) sino para aquella enfermedad que él no conocía, y que había tres días estaba padeciendo. Esta tan coordinada relación fué interrumpida por un grito espantoso, encendiéronsele mas los ojos, creció la inquietud, presentóse el priapismo, quería huir de la cama, todo lo mordía, una linfa muy espesa y verde corría de su boca, así continuó hasta las quatro y media de la mañana, hora en que empezó á agonizar, y espiró á las 5 de la mañana del 19.

El perro estaba rabioso, según la tosca relación del paciente.


II.

Manuel Aguirre, de unos 25 años, constitución robusta, natural de los Arrecifes, fué conducido á este Hospital el 25 de Febrero próximo pasado á las 4 de la tarde. Era tan terrible el delirio con que entró, que fué preciso asegurarlo; á la media hora se aquietó en términos de poderme acercar y hacerle varias preguntas, y aunque era interrumpido de vehementes dolores por todo el cuerpo, me aseguró que hacia 42 días que había sido mordido en el antebrazo izquierdo, por un perro enfermo, que ni comía, ni bebía, que arrastraba la cola, que no ladraba, y que huyendo de la casa, mordía todo quanto se le ponía por delante, pero que con aceyte hirviendo había curado prontamente la herida; que siguió sin novedad hasta el día 23 á la tarde, que empezó á entristecerse, á experimentar mucha languidez, aborrecimiento á la agua, suma inapetencia, sueño inquieto, perturbado con horrorosos ensueños; así siguió sin saber que nombre dar á su dolencia, hasta el 24 que exásperándose los antiguos síntomas, y aumentándose los dolores, con particularidad los del corazón, lo conduxeron á este Hospital; D. Cosme Argerich menor con el enfermero mayor, concluida la relación, se empeñaron en persuadirle tomase una poción calmante, y quando creyeron que iva á tomarla, con un ímpetu inexplicable cargó sobre ellos, que á no estar asegurados, hubieran sido ambos tal vez victimas de la caridad, encendiéronsele mas los ojos, y dando profundos ayes, despidiendo una saliva espesa, tirando mordiscones al ayre, y siendo un protéo de convulsiones, murió á las 2 de la mañana del 26.


III.

José Ríos de edad de 30 años, bien constituido, natural de la Baxada de Santa Fé, el día 15 de Febrero á la noche, estando durmiendo en el atrio de un rancho de la guardia de Chascomus; el dolor del mordiscon de un perro en la pantorrilla izquierda, lo dispertó, se levantó asustado, y aunque con otros compañeros corrió al perro, la obscuridad de la noche hizo infructuosa la diligencia ; tres colmillos quedaron impresos en la pantorrilla, y con una hoja de Tabaco con sebo aplicada á la parte, quedó en pocos días curada la mordedura, continuó su exercicio de campo sin novedad, hasta el día 20 de Marzo próximo pasado que se vió repentinamente asaltado de una Hipocondría indomable, sin sueño, y con una general descompostura, creyóse resfriado, y quando esperaba alivio de los remedios que para el imaginario resfrío se había hecho, el 24 amaneció furioso, se despedaza, muerde quanto puede, hecha espuma por la boca, dá horrorosos aullidos, y sus parientes lo traen atado por loco, el 25 á las 6 de la tarde; en vano se trató de aplicarle algún remedio, todo fué impracticable; crecieron con pasos de gigante los funestos síntomas, y empapado en una babaza verdosa, espiró á las 12 de la noche.


IV.

Claudio Atence, de edad de 52 años, natural de la Punta de S. Luis, andando descuidado por la calle, fué mordido en el brazo derecho por un perro el día 8 de Marzo próximo pasado; vino á los quatro días á curarse, porque la herida era profunda; se le hicieron escarificaciones en la circunferencia, y luego se le aplicó un cáustico bien cargado, y manteniendo la supuración, se le entabló un método antispasmódico, no quiso quedarse en el Hospital, y de consiguiente no se siguió el plan como la necesidad exigía; se le buscó, y quando volvió al Hospital, vino ya insultado de los últimos síntomas; con todo aunque con mucho trabajo, se le suministró un calmante, se le hicieron los demás remedios; pero fué tarde quando este infeliz tomó el prudente partido de acogerse al Hospital, porque á las siete horas de estar en su cama, atacado á un tiempo de todos los síntomas de la rabia, en su último periodo fué victima de su abandono.


V.

D. Manuel Ruiz, de edad de 9 años, hijo de D. Marcos Ruiz, fué mordido el día 27 de Febrero próximo pasado en el brazo derecho por un perro rabioso, que por tal mandó matar su padre; vino el mismo día á este Hospital, se le hicieron varias escarificaciones, y luego que acabó de verterla sangre, se le aplicó un cáustico, se le prescribió una dieta tenue, se entabló el plan adecuado, se ha sostenido la supuración, y aunque el niño ha tenido mucho miedo, sigue sin la menor novedad, y tiene 69 días.


VI.

Francisco Sosa, de 25 años, constitución robusta, natural de Santiago de Chile, fué mordido el día 19 de Marzo en la frente, mano izquierda y nuca; por un perro con señales ciertas de rabioso, que murió luego: se le entabló el mismo plan de remedios que á Ruiz; y está en el día sin mas novedad que una hinchazón a los pies, á causa de la vida quieta que observa, enteramente opuesta á la violenta y agitada de un domador, y tiene 49 días.


VII.

Pedro Losenramais, natural del Arroyo de Ramayo, de 30 años, constitución débil, el día 22 de Marzo fué mordido por un perro rabioso en una mano; se sujetó al método consabido, y está en el día sin novedad y tiene 46 días.


VIII.

Miguel Vega, natural del Paraguay, de 22 años, robusto, fué mordido en la mano derecha por un perro rabioso el día 3 de Marzo, vino inmediatamente á este Hospital, hicieronsele las escarificaciones, se le aplicó el cáustico, se excitó la supuración; pero vino y siguió tan asustado, que emprehendió y concluyó voluntariamente su Confesión general; no obstante su temor, no ha tenido novedad, y ya ha dado crédito á nuestras persuaciones, con que hemos procurado tranquilizar su espíritu, y tiene 65 días.


De estas ocho observaciones hechas con la posible exactitud, necesariamente se deduce tres incontrastables proposiciones.


I.
Los perros rabiosos comunicaron el virus Hidrofóbico á estos ochos individuos, siendo la saliva el verdadero conductor.


II.
Los quatro primeros que perecieron fueron victimas de su ignorancia, por no haber acudido en tiempo á curarse; tan distantes de tener horror á la rabia, que murieron sin saber que la tenían, ni que existiese en Buenos-Ayres tan terrible enfermedad.


III.
Los quatro últimos poseídos del mayor terror, luego que fueron mordidos, corrieron al Hospital á curarse, se les aplicaron los indicados remedios, el temor siguió por muchos días, y aun no se ha disipado enteramente; pero ellos siguen disfrutando la mas completa salud.

De buena fé confieso que la imaginación tiene un poderoso influxo en todas las enfermedades, principalmente en las nerviosas, de cuya familia es la rabia, este es un dogma respetado por tal en la república médica muchas edades antes que existiese el Dr. Bosquillon; prueben conmigo esta verdad las personas afligidas de afectos histéricos, que por la general debilidad é irritabilidad de nuestra constitución, se han multiplicado tanto en nuestra Ciudad: ¿pero será buena lógica concluir, luego sus cuentos tártaros, ó historias de duendes los afectos histéricos? ¿No es un hecho que en todas estas enfermedades hay una real lesión en nuestra constitución, debida á causas phísicas, y que los accidentes que nos consternan son síntomas peculiares de la dolencia? ¿No se aplican oportunos remedios para restituir el orden perturbado en las funciones, y corregir los vicios de la constitución? ¿Há habido hasta el día un Facultativo que diga, que estos enfermos se entreguen á la discreción de los consejos y persuasiones? No por cierto, el Dr. Bosquillon es solo quien quiere que con esta casta de remedios se curen los rabiosos, y es tan solo en este artículo que á excepción de Vmds. ni por cumplimiento ha tenido un imitador. Convengo enhorabuena, y es muy justo, que los Médicos consuelen sus enfermos, los animen con cariño, les pinten la probabilidad de la curación, la Humanidad lo exige, la Religión lo manda, y es una imperiosa exigencia de la vida social; pero aplíquense al mismo tiempo los conocidos y seguros remedios, mátense los perros que vergonzosamente nos privan el transito por las calles; persíganse hasta su exterminio los innumerables de la Campaña que lastimosamente devoran el precioso ganado tan necesario para nuestra existencia, y corran los mordidos á ser socorridos por los Facultativos con el fácil y tan experimentado remedio.

¿Qué importa que el perro sea el amigo fiel del hombre, si repentinamente se transforma en el mas formidable enemigo? El es por nuestra desgracia entre todos los animales domésticos, el que mas ordinariamente contrae la rabia, y el mismo que nos la comunica, porque luego que se ve acometida de esta tan horrorosa enfermedad, se arroja con furia sobre lo que encuentra, llevando hasta lo mas remoto la desolación y desesperación.

Por último, Señores, yo me lisonjeo de haber hecho quanto ha estado de mi parte, para evitar los males que nos podría acarrear la incertidumbre, si no lo hé logrado, habrá sido porque mis cortas luces no han sido acordes con mis buenos deseos.

Vmds. disimulen mis defectos, y dispongan de la buena voluntad de este su afectísimo servidor Q. B. S. M.

L. J. G. V.


CON SUPERIOR PERMISO:

Buenos-Ayres: en la Real Imprenta de los Niños Expósitos.

Año de 1810.




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