Contra la marea: 28
Capítulo XXVIII
En una ocasión ganaron una suma insignificante que los envalentonó. Redoblaron entonces su audacia y expusieron el doble de lo ganado.
Eran esos sus últimos recursos.
Si aquello llegaba a perderse a Jorge nada le quedaría ya. A Rodolfo tan sólo su modesta herencia, consistente en la casa de sus padres, que era la que habitaba.
Aquel día iban, pues, a liquidar ambos en absoluto su situación.
Jorge salió apresuradamente. Montiano se quedó solo, entregado a sus dudas y remordimientos tardíos, preso de la mayor ansiedad.
Durante una hora entera hizo, allá en sus adentros, algo así como el balance moral de su vida. ¡A qué estado le había conducido su anhelo! Recorrió uno por uno sus actos pasados; puso al debe y al haber sus buenas y sus malas acciones. ¡Estas, según su criterio, excedieron en cifra exorbitante a aquéllas! ¡Todo lo he perdido! -se dijo- y en esa pérdida, el dinero es, sin duda, lo de menor importancia!
Cerró los ojos, apretó con ira los puños y se tendió sobre un canapé, resuelto a no pensar ya en nada; a aguardar, indiferente, los acontecimientos, vinieran ellos como vinieran. Le pareció entonces que junto con sus esperanzas, con sus ilusiones, huía, también, poco a poco de su alma lo último que había ido quedando en ella: la delicadeza, el pundonor.
Momentos después, se durmió profundamente...