Bernardo de Balbuena (Retrato)
D. BERNARDO DE BALBUENA.
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Las noticias que nos han quedado de este diestro y fecundo Poeta son tan escasas como las de todos los escritores, que no habiendo hecho papel en el teatro de la guerra ó de la política, han prestado poca margen á sucesos memorables de fortuna. Se ha dicho muchas veces que la vida de los autores estaba toda en sus obras; pero las de Balbuena son tan raras que apenas se conocen sino de oidas; y la mayor parte de los estudiosos solo pueden decir de él, que escribió unas églogas que se estiman mucho, y un poema sobre la batalla de Roncesvalles.
Nació el año de 1568 en Valdepeñas de Gregorio Villanueva y su primera muger Luisa de Balbuena. Se ignoran las relaciones que le llevaron á México en su primera juventud; pero se sabe, y él lo dice, que allí siguió sus estudios, y que fue Colegial de uno de sus Colegios. Comenzó á distinguirse muy presto por su aplicación incansable, su erudición inmensa, y por la expedición y amenidad de su ingenio. Florecia entonces en España la costumbre de estimular los talentos en todas las ocasiones de celebridad publica con aquella especie de concurrencias que se llamaban Justas poéticas: costumbre que nosotros hemos olvidado con otras de nuestros abuelos, dexando que los buenos ingenios se abandonen á la pereza y al descuido por falta de estímulos y de emulación. México dada entonces á toda clase de letras y de cultura repetía freqüentemente estas justas; y entre los infinitos concurrentes que aspiraban al laurel poético, Balbuena le ganó muchas veces, adestrando así sus fuerzas para empresas mayores.
La obra primera que publicó fué la Grandeza Mexicana, impresa en aquella ciudad en 1604. Es una descripción en tercetos de las excelencias de México en todo lo que constituye rica, culta y populosa a una capital. Añadió por apéndice un discurso en alabanza de la poesía, donde á la manera de los eruditos de su tiempo amontonó quanto sabia para defender y elogiar un arte, que nunca halla gracia delante de los espíritus feroces y groseros, y que para los qué nacieron sensibles á la armonía no necesita de mas recomendación que su mismo halago.
Pocos años después volvió á España, y dio á luz en Madrid El Siglo de oro, novela pastoral, donde insertó doce églogas, imitando en ellas á Teócrito, Virgilio y Sanazzaro. Si Jorge de Montemayor y Gil Polo en sus Dianas le exceden en invención, disposición é interés como noveladores, él les lleva gran ventaja como poeta, y sus versos bucólicos, aunque á veces acompañados de una sencillez excesiva, que toca en rusticidad, son los mejores que se hicieron en España después de los de Garcilaso.
Esta obra salió á luz en 1608, y al año siguiente obtuvo Balbuena privilegio para la impresión del Bernardo, poema heroyco, comenzado por él al salir de los estudios de humanidades; pero la ausencia que hizo entonces de España dilató su publicación, la qual no se verificó hasta en 1624. No sabemos qué sensación hizo entonces: uno de sus aprobantes, Mira de Mescua, había dicho que los Españoles no tenían en su lengua poema como este; pero ya en tiempo de D. Nicolás Antonio estaba entregado al olvido, y solo conocido en las librerías de algunos curiosos. Quéjase de esto aquel insigne Bibliógrafo, como que en su dictamen Balbuena iguala en este poema á nuestros mejores poetas en magestad, invención, claridad y pureza de lenguage, dexando á todos muy atrás en abundancia, en vivacidad y en doctrina.
Nada con efecto se desearía en esta obra, si el Poeta hubiera sabido sujetar su imaginación, y pulir mas, y ennoblecer su estilo: pero es difícil, quizá imposible, á las fuerzas de un escritor dar interés y corrección á un poema compuesto de quarenta mil versos. Como quiera, en esta selva inmensa hay, á pesar de su irregularidad, muchísimos trozos que presentan bellezas poéticas de primer órden, y se encuentra en todas partes un raudal tal de versificación y de estilo, y un manejo de lengua tan magistral y atrevido, que cada vez se hace mas lastimosa la obscuridad en que yace. Sin duda que hay para los escritos, como para los hombres, una fortuna independiente de su mérito individual: treinta libros nuestros se han reimpreso en estos últimos tiempos, que no han hecho otra cosa que recordar la nulidad y mal gusto de sus autores; y el Siglo de oro y el Bernardo, tesoros de lengua y de poesía castellana, se niegan á todas las diligencias de los curiosos, y apenas existen en algunas bibliotecas.
Balbuena fué Doctor en Teología, Abad mayor de la Jamayca, y después Obispo de Puerto-Rico, á cuya Silla fué promovido en 1623, y donde falleció quatro años después á los cincuenta y nueve de su edad. Otras obras escribió que parece no se imprimieron, y tal vez se perderían en la invasion que los Holandeses hicieron en Puerto-Rico quando robaron la librería de nuestro Poeta: estas eran una Christiada, la Alteza de Laura, un Arte nuevo de Poesía y una Cosmografía universal.