Alfredo: 36
2.ª
editarRICARDO, ROBERTO.
RICARDO.- No, no puedo dilatarlo... Había pensado que pasase esta noche antes de intimarles mi resolución..., pero no sé qué zozobra me ajita..., el corazón me late como si quisiera salírseme del pecho... ¡Necesito concluir de una vez!
ROBERTO.- ¿Qué ordenáis, pues, Señor?
RICARDO.- Haz que vengan a mi presencia...
ROBERTO.- ¿Los dos?
RICARDO.- Sí, los dos..., pro no a un mismo tiempo... Quiero conservar cuanto me sea posible un resto de serenidad.
ROBERTO.- Y ¿cuál vendrá primero?
RICARDO.- Cualquiera..., lo mismo es... No, no..., ella..., ella primero. -En favor de mi hijo me hablará siempre la memoria de su madre.
ROBERTO.- ¡Ah, Señor!..., ¡su madre!
RICARDO.- Sí, Roberto..., su madre..., aquella bienaventurada que yo no merecía, y que nos está mirando desde el cielo... ¿Porqué he podido olvidarla alguna vez?... ¡Ve!, ¡ve, Roberto!