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Escena XII
editarALMAZÁN con un lío, luego el ADMINISTRADOR, VIAJEROS y MOZOS.
D. VENTURA ALMAZÁN. -Vaya un modo de correr. ¡Canario! Pues señor, llegué a tiempo; están enganchando. ¡Canario! Yo soy muy listo: ahora llamen cuando quieran. ¡Canario!, estoy reventado... ¡Uf! Pero el vestido de boda téngolo en mi poder. ¡Cosa selecta! Frac verde, chaleco amarillo, pantalón blanco, corbata celeste. Voy a dar golpe entre aquellos salvajes; y luego dando el brazo a una chica, ¿eh?
ADMINISTRADOR. (Sale con algunos viajeros.) -Pronto se va a enganchar señores. (A un MOZO.) Benito, coloca este paquete con cuidado.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¿No podría colocar también esto?
ADMINISTRADOR. (Al MOZO.) Toma, lleva este lío del señor.
D. VENTURA ALMAZÁN. (Al MOZO dándoselo.) -Que no se arrugue, ¿entiendes? (Al ADMINISTRADOR.) Vaya, ¿ve usted como llegué a tiempo?
ADMINISTRADOR. -Si tarda usted más... Ya van a enganchar.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Qué! Si yo tengo una puntualidad...
ADMINISTRADOR. -¡Calle! ¿No es usted el que estuvo antes aquí impacientándose contra el sastre?
D. VENTURA ALMAZÁN. -Sí; me ha tenido a parir; pero yo lo perdono, porque hízome un vestido... Ahí va en ese lío que ha llevado...
ADMINISTRADOR. -Diga usted... (Si estaré yo trascordado), ¿su billete de usted no es para Quintanar de la Orden?
D. VENTURA ALMAZÁN. -Ya se ve que sí. Ventura Almazán. Vea la lista -
ADMINISTRADOR. -Sí, sí; me acuerdo de ese nombre. ¿Pero cómo diablos es esto? El coche está lleno.
D. VENTURA ALMAZÁN. -Pues ya: estará lleno cuando yo entre.
ADMINISTRADOR. -No señor; sin que usted entre. Si hace ya un cuarto de hora que la diligencia de Valencia ha marchado.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¿Qué está diciendo? A ver, a ver, explíquese. Pues y esas mulas..., ¿y ese coche que va a enganchar ahí en el patio?
ADMINISTRADOR. -Es la diligencia de Vitoria.
D. VENTURA ALMAZÁN. (Por los viajeros.) ¿Pues dónde van estos señores?
ADMINISTRADOR. -A Vitoria, a Burgos..., a la carrera de Francia.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¿Cómo es esto? Señor ministrador, la diligencia no debe marchar antes de la hora que tiene fijada. Se ha dicho a las cinco, y son las cinco menos cuarto; ¡oh!, yo voy bien.
ADMINISTRADOR. -Caballero, usted se equivoca.
D. VENTURA ALMAZÁN. -Que voy bien le digo. Ya puede componerse de modo que yo marche..., porque yo debo marchar..., y marcharé, sí señor..., y si dentro de cinco minutos no he marchado...
ADMINISTRADOR. -¡Eh! No grite usted: ¿a qué viene ahora juntar la gente?
D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Qué me importa! Yo quiero que todo el mundo me oiga cuando tengo razón.
ADMINISTRADOR. -¿Y cuando no la tiene usted?
D. VENTURA ALMAZÁN. -Que me oiga también. Pero ahora la tengo; ¿está usted? (A los viajeros.) -Caballeros, ustedes juzguen. Le pregunto al señor si tendré tiempo de ir a..., a un negocio que a ustedes no les importa: me responde que sí; que todavía tengo media hora. -Me dijo usted media hora, ¿o no?
ADMINISTRADOR. -Sí señor, lo dije.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¿Oyen?, que lo dijo. Bueno: yo no he tardado más que un cuarto de hora..., y la prueba al canto. Al salir miré el reloj, y tenía las cuatro y media. Vean, vean el mío, las cinco menos cuarto. (Mientras lo enseña a los pasajeros el reloj de la sala da una media.)
ADMINISTRADOR. -Las cinco y media, caballero.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Canario! ¿Qué es esto? (Llevándolo al oído.) ¡Si está parado! Si no le di cuerda ayer tarde. ¡Canario! (Todos se echan a reír.) ¡Por vida de!... Pero no hay remedio; yo tengo que marchar, porque si llega el regimiento soy perdido. Señor ministrador, vuélvame el dinero, y veremos de...
ADMINISTRADOR. -¡El dinero! No puede ser, caballero: el dinero lo ha perdido usted ya.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¿Que no puede ser? Verá usted como puede ser, y es, y será. ¿No ha dicho él que la diligencia estaba llena? Pues si no me vuelve mi dinero, mi asiento estará pagado dos veces. Conque vuélvamelo, porque es justo, y porque es razonable, y porque yo no doy gajes.
ADMINISTRADOR. -Poco a poco. Otro sin duda se ha sentado en su asiento de usted; yo no sé cómo habrá sido; pero de todos modos, usted no estaba aquí a la hora de marchar; conque la culpa es de usted y yo no le volveré su dinero, y usted tendrá la bondad de dejarme en paz.
D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Canario! Si no fuera porque estoy de prisa, yo le enseñaría... Voime a tomar un caballo de posta, alcanzo la diligencia, saco por los cabezones al ladrón que ha tomado mi asiento, me repanchigo bien, y..., que me entren moscas. -Servidor (Vase furioso: los demás le despiden a carcajadas.)