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Escena XI editar

DOÑA INÉS.


Es preciso animarse. Al fin ha sido por su bien: yo no podía hacerla feliz. (Al levantarse para salir tropieza con el bolsillo, y lo alza.) ¡Qué veo! ¡Ay Dios mío! ¿No es este su bolsillo? Sí. ¡Dios mío! ¡El único dinero que llevaba! ¡Maldita precipitación! Voy corriendo. Tal vez se detendrá a la puerta de los Pozos. Voy corriendo. ¡Pobrecilla, pobrecilla! (Al irse tropieza con ALMAZÁN, que llega corriendo y la saluda.)