Aben-Humeya: 30
Escena III
editarABEN HUMEYA, ABEN ABÓ, ABEN FARAX.
Entran los dos últimos con paso lento y aire misterioso, y cada uno de ellos se coloca a un lado de ABEN HUMEYA.
ABEN ABÓ.- Te traemos, Aben Humeya, una nueva fatal...
ABEN FARAX.- Y nos vemos forzados a traspasar con ella tu corazón.
ABEN HUMEYA.- (Con suma presteza.) ¿Ha muerto mi padre?
ABEN ABÓ.- Aun estaba ayer vivo.
ABEN HUMEYA.- Pues nada tengo que temer; acabo de separarme en este instante de mi esposa y de mi hija.
ABEN ABÓ.- ¡Ah! esa misma esposa y esa hija son las que van acostarte lágrimas de sangre...
ABEN FARAX.- Su felicidad y la tuya acabaron ya para siempre.
ABEN HUMEYA.- ¿Qué decís?... ¡No más misterios!... Aun la mayor desdicha la prefiero a esta incertidumbre.
ABEN ABÓ.- Cuando toques la realidad...
ABEN HUMEYA.- No importa; quiero saber cuanto haya... Decídlo.
ABEN ABÓ.- (A FARAX.) A ti te toca...
ABEN HUMEYA.- ¿Y por qué no lo haces tú?...
ABEN ABÓ.- Ya adivinarás el motivo, cuando sepas el crimen y el culpable.
ABEN HUMEYA.- (Con impaciencia.) ¿Qué crimen, qué culpable?
ABEN ABÓ.- Han tratado de vendernos con la traición más negra...
ABEN HUMEYA.- ¿Y por qué temes descubrirla?
ABEN ABÓ.- Si temo, es sólo por ti...
ABEN HUMEYA.- ¡Por mí!... Haces mal, Aben Abó, en tomarte ese cuidado... Si hay peligros, los arrostraré; si hay culpables, sabré castigarlos.
ABEN ABÓ.- Mucho tiempo te ha de temblar la mano, antes que descargues el golpe...
ABEN HUMEYA.- Decid el nombre del reo, y el rayo no será más pronto.
ABEN ABÓ.- Muley Carime... ¿Qué es eso?... ¿Mudas de color?... Vuelve en ti, Aben Humeya...
ABEN FARAX.- Nos da lástima verte así.
ABEN HUMEYA.-
(Quédase durante unos momentos desconcertado y confuso; pero recobrándose luego, dice con tono grave.)
¿Y en qué indicios se funda tan extraña sospecha?
ABEN ABÓ.- ¡Ojalá que no fuesen más que indicios!... Hubiéramos podido cerrar los ojos.
ABEN FARAX.- No son indicios, sino pruebas.
ABEN HUMEYA.- ¿Pero, son ciertas?
ABEN FARAX.- Irrefragables.
ABEN HUMEYA.- ¿Hay testigos?
ABEN ABÓ.- Uno.
ABEN HUMEYA.- ¿Y ése le acusa?...
ABEN ABÓ.- No, que le condena.
ABEN HUMEYA.- Puede engañarse...
ABEN ABÓ.- No puede.
ABEN HUMEYA.- O desear su perdición...
ABEN ABÓ.- A toda costa quisiera salvarle.
ABEN HUMEYA.- ¿Es amigo suyo?
ABEN ABÓ.- Aun más.
ABEN HUMEYA.- ¿Quién es, pues?
ABEN ABÓ.- Él mismo. Puedes guardar esa carta, si quieres...; ya es público su contenido.
(Entrega un papel a ABEN HUMEYA, quien lo lee para sí, dejando entrever su turbación. ABEN ABÓ y ABEN FARAX le observan con el mayor ahínco, en tanto que él permanece inmóvil, con los ojos clavados en la carta.)
ABEN HUMEYA.- (En un momento de distracción, mientras está cavilando.) ¡Desventurada... no te engañaba tu corazón! ¡Bien tienes que llorar!...
(Fija la atención en el papel, como si volviese a leerle.)
ABEN FARAX.- Ved cómo aun conservaban esperanzas de volvernos a someter al yugo... No aguardaban sino un momento de flaqueza para remachar nuestros grillos.
ABEN ABÓ.- Mas, por lo menos, no puede tachársele de ingrato... No te echaba en olvido, Aben Humeya... Solicitaba tu indulto, y se proponía salvar a tu familia, a costa de nuestra libertad... El ejemplo de Boabdil, disfrutando en África sus infames tesoros, parecía tentador a los ojos del pérfido...
ABEN HUMEYA.- (Con tono severo.) Basta. ¿Cómo ha caído en vuestras manos este pliego?...
ABEN FARAX.- Lara, que era el portador, le ha dejado en el camino.
ABEN HUMEYA.- ¿Dónde le habéis hallado?
ABEN FARAX.- (Con frialdad.) Sobre su cadáver.
ABEN HUMEYA.- ¿Y así habéis quebrantado, con una emboscada alevosa?...
ABEN FARAX.- Proseguid, Aben Humeya... ¿Porqué os detenéis?... Cuando se acaba de desbaratar una traición indigna, cabe oír a sangre fría reconvenciones y cargos. Nosotros habíamos visto al enviado castellano en plática misteriosa con Muley Carime, y hasta habíamos cogido algunas palabras sueltas...; conocíamos a fondo a ese viejo apocado; sabíamos sus designios, sus antiguos vínculos con Mondéjar... Seguros estábamos de que no dejaría escapar la única ocasión con que la suerte parecía brindarle; y tampoco debíamos desperdiciar nosotros la sola que ya nos quedase para arrancarle la máscara y confundirle... ¿Es culpa nuestra por ventura el que ese castellano orgulloso haya preferido morir antes que ceder?... Durante su agonía, quiso el cielo que descubriese el crimen por los mismos medios con que procuraba ocultarle; y sólo después de su muerte fue cuando hallamos bajo su mano ese pliego fatal.
(Coloca su mano sobre el pecho, como para imitar la acción de LARA.)
ABEN ABÓ.- Por cierto que no deja ni asomo de duda; el delito está patente; el mismo reo le ha sellado con su mano...
ABEN FARAX.- Y debe en breve sellarle con su sangre.
ABEN ABÓ.- ¿Hay alguien que lo dude?... Todo lo hemos aventurado por salir de tan odiosa esclavitud... ¡Y dejaríamos expuesta nuestra suerte a las tramas de algunos traidores!... Nadie será osado a proponérnoslo; no sabríamos nosotros tolerarlo.
ABEN HUMEYA.- Tampoco tolero yo advertencias ni amenazas... Ya habéis cumplido con vuestro deber; yo cumpliré con el mío. Idos.
ABEN ABÓ.- No ha sido nuestra intención dirigiros advertencias ni amenazas... Mas, ¿es seguro empezáis tan pronto a reputar como insulto el recordaros vuestros juramentos?...
ABEN HUMEYA.- No los he echado en olvido, para que sea menester recordármelos.
ABEN ABÓ.- Quien vacila al cumplirlos, no está ya lejos de olvidarlos.
ABEN HUMEYA.- Aun menos lejos está de castigar a un insolente. ¡Idos... idos!... (Apártase, descubriendo su ira. FARAX coge del brazo a ABEN ABÓ, y se le lleva consigo.)
ABEN ABÓ.- (Deteniéndose un poco en medio del camino.) ¡Cuánto me cuesta refrenar mi justa indignación!
ABEN FARAX.- Vamos, y no malgastemos el tiempo... Ve a ponerte al frente de nuestros parciales... Yo voy a posesionarme de las salidas secretas del castillo.
ABEN ABÓ.- (Al alejarse.) ¡Pronto volveré!
(Vanse.)