Escena IV

editar

ABEN HUMEYA, ZULEMA, FÁTIMA, MULEY CARIME, ABEN FARAX.


ABEN FARAX.- ¿Lo estáis viendo?... Nuestros recelos no llegaban ni con mucho a la realidad. Aun no conocíamos a fondo a nuestros tiranos; con nuestra baja sumisión hemos acrecentado su avilantez, y en el desvanecimiento de su triunfo, ¡hasta privarnos quieren del aire mismo que respiramos!


ZULEMA.- Por compasión siquiera... ¡mira que tiene mujer, que tiene hijos!...


ABEN FARAX.- También tengo yo mujer, también tengo hijos; pero antes que deshonrados, prefiero verlos muertos. Aun no era bastante tolerar tanto vilipendio y ultraje, ver nuestras personas y bienes pendientes de su antojo; se atreven a mirar con ojos licenciosos a nuestras esposas e hijas... ¿Hay algo en el mundo que respeten ellos?


MULEY CARIME.- ¿Y crees que el mejor medio de evitar tantos males es soltar la rienda a la ira?... Eso es lo que desean nuestros enemigos.


ABEN FARAX.- ¡Nos han hecho ya tan infelices, que nada tenemos que temer!


MULEY CARIME.- Ayer... ¿qué digo?... hoy mismo, creíamos que nuestras desgracias habían llegado a su colmo... Buen cuidado han tenido ellos de desengañarnos.


ABEN FARAX.- ¿Y qué les queda ya por hacer?... Acaban de agotar hasta los recursos de su odio. Prepáranse a penetrar en nuestras casas; van a contar, en el seno mismo de nuestras esposas, el número de nuestros hijos, o por mejor decir, de sus esclavos; aun corren voces de que intentan arrebatárnoslos y llevarlos al corazón de Castilla...


FÁTIMA.- (Cogiendo la mano de su padre.) ¡Eso no!... ¿Quién en el mundo podrá arrancarme de vuestros brazos?...