A fuerza de arrastrarse: 24


Escena V

editar

DICHOS y TOMÁS.



PLÁCIDO.-¡Ah!... Es Tomás... Volvamos a mi papel. (Con mucha amabilidad.) Entre usted, entre usted, Tomás. ¿Me buscaba usted? ¿Deseaba usted algo?

TOMÁS.-Desear..., nada. Por mí, nada.

PLÁCIDO.-¿Le manda a usted la señorita Josefina?

TOMÁS.-La señorita Josefina no tiene para qué mandarme. Me manda el señor marqués. (Mirando a todas partes con curiosidad.)

PLÁCIDO.-¿Acaso quiere hablarme?

TOMÁS.-A usted, no, señor. A quien me ha mandado que busque, y a quien desea hablar al momento, es a don Javier.

JAVIER.-¿A mí?

TOMÁS.-Tiene usted que llevar al director del periódico, de parte del señor marqués, una carta, y además creo que tiene que darle a usted otro encargo.

JAVIER.-¿Cuál?

TOMÁS.-Él se lo dirá a usted de palabra. ¿La señorita Josefina no ha venido?

PLÁCIDO.-No ha venido. Ni merezco la honra de que me visite.

TOMÁS.-Claro está que no. Pero pensé si habría tenido la curiosidad de ver la nueva habitación de usted. Buena es..., buena... El señor marqués le cuida a usted.

PLÁCIDO.-El señor marqués es muy bondadoso..., demasiado bondadoso.

TOMÁS.- Demasiado. Conque, don Javier, ya lo sabe usted.

JAVIER.-Voy en seguida.

PLÁCIDO.-Si usted quiere, puede sentarse...

TOMÁS.-Tengo que ir allá. Me espera la señorita. Buen alojamiento, bueno, bueno. (Dirigiéndose a la puerta.) Que lo goce usted muchos años. Porque mejor que éstos, los salones del palacio del señor marqués. No hay más. ¡Eh!..., ¿no digo bien?... (Se marcha hablando en voz baja y para sí.) Plácido..., don Plácido..., el excelentísimo señor don Plácido... A eso vamos..., a eso vamos.