A fuerza de arrastrarse: 09


Escena II

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MARQUÉS, JOSEFINA Y BLANCA, por la derecha; Tomás, por el fondo.


BLANCA.-¿Qué tienes? ¿Qué tienes, Josefina? (Acercándose cariñosa.)

JOSEFINA.-¡Déjame!... ¡Aparta!

BLANCA.-(Al MARQUÉS.) Pero ¿está enojada conmigo?

MARQUÉS.-(En tono severo.) Blanca... Josefina está muy delicada, mejor dijera muy enferma, y es preciso que todos en esta casa procuren tener con ella aquellas consideraciones que su estado requiere. (Va tomando tono de discurso.)

BLANCA.-Yo procuro...

MARQUÉS.-(Siempre discurseando.) No basta procurar. Cuando la voluntad es recta y el deseo es sincero, se consigue aun sin procurarlo. Y usted, más que persona alguna, tiene esta sagrada obligación, ya que no por recuerdos de la infancia que debieran bastar, por deudas bien recientes de gratitud, que en pechos bien nacidos ni se borran ni palidecen nunca.

BLANCA.-Señor marqués, no creo haber merecido esas frases..., que me parecen duras, muy duras.

MARQUES.-Pues usted es mujer de buen sentido, nada agregaré a lo dicho.

JOSEFINA.-(Aparte.) ¡Pues ni por ésas llora! ¡Tiene un carácter!

MARQUÉS.-(A BLANCA.) Puede usted retirarse. Llévese usted a Josefina; asuntos graves reclaman mi atención. (BLANCA quiere hablar.) Basta.

JOSEFINA.-Me siento muy mala, muy mala. ¡Qué opresión! ¡Qué desvanecimiento!

BLANCA-Josefina...

JOSEFINA.-No... Tú, de ningún modo; me dejarías caer. Que venga Tomás.

MARQUÉS.-Que venga. (Toca un timbre.) Que venga Tomás.

(Aparte.) Y con él una legión de diablos. (JOSEFINA hace monadas de niña enferma. BLANCA, inmóvil.)

TOMÁS.-(Es un hombre de poco más de cuarenta años. Fino y correcto, pero con un fondo de insolencia, Viste entre señor y criado. Al MARQUÉS.) ¿Llamaba usted?

MARQUÉS.-Ayude usted a la señorita a ir a su cuarto. No está buena.

TOMÁS.-Sí, señor. (Sostiene a JOSEFINA y la ayuda a salir.) ¿Qué tiene la niña? ¿Está enferma?

JOSEFINA.-Muy enferma. (Salen JOSEFINA y TOMÁS.)

BLANCA.-Señor marques, yo no soy ingrata. Yo agradezco en el alma todas las bondades de usted. Lo que hace por mi hermano, lo que hace por mí; pero comprendo que no soy simpática a Josefina y yo no puedo seguir en esta casa.

MARQUÉS.-¿Marcharse? De ningún modo; no lo permito. ¿Quién sufre entonces a mi hija?

BLANCA.-Yo no tengo esa obligación.

MARQUÉS.-La tiene usted. ¡Pues no faltaba más! Si usted se marcha, que Javier no cuente nunca conmigo.

BLANCA.-Señor marqués...

MARQUÉS.-Yo soy severo, a la par que bondadoso. Y cuando el marqués dice una cosa, el marqués cumple consigo mismo sosteniéndola. Sírvase usted retirarse.

BLANCA.-Permítame usted...

TOMÁS.-(En la puerta.) Dice la señorita Josefina que vaya Blanca. (Da unos pasos hacia BLANCA.) Que vaya usted.

MARQUÉS.-Vaya usted.

BLANCA.-(Dobla la cabeza con desaliento.) Obedezco al padre y a la hija. (Va a salir delante de TOMÁS, pero éste se anticipa y sale sin hacer caso a BLANCA.) Todo sea por mi hermano. (Sale.)