Lee este soneto a una mariposa que se ahogó en un vidrio de agua


 Avecilla infeliz, que tantas flores    
 en esas breves alas extendiste,    
 ¿cómo, si para fénix floreciste,    
 Ícaro se apagaron tus colores?   
 

 Es tu achaque la luz, es tus rigores,  
 y en llama de cristales falleciste,    
 que si ha de ser estrago para un triste,    
 aun el cristal presumirá de ardores.   
 

 Mas ¡ay, necio de mí! bárbaramente,    
 avecilla, en tu lástima me engaño,   
 compasivo a ese vidrio que te infama:   
 

 no causó el mal mudarte el accidente,    
 que, habiendo de morir, no fue en tu daño   
 el cristal más peligro que la llama.